
Sin embargo, hay empresas que pretenden tener políticas que hagan gobernables y sustentables su modelo de negocio, realizando – al igual que lo hacían los gobiernos marxistas – mucha propaganda acerca de ellas mismas, usando frases hacia sus empleados como “lo bueno que somos contigo”, “que somos justos y solidarios en la escala de remuneraciones” y que “tenemos una red de protección y bienestar para tu familia”, entre otras auto alabanzas.
Por otra parte, este mismo tipo de empresas plantean la antipropaganda del resto de las empresas, una suerte de panfleteo, es decir, colocan en la mente de los empleados miedos y temores acerca de lo que puede ser su desempeño y bienestar personal en otro lado, usando ejemplos como “mira lo que le pasó a fulano que trabajaba aquí, se fue por más dinero, lo despidieron y lleva más de 6 meses sin trabajo”, o “supieron que en tal empresa despidieron a más de tantos empleados”, o “fui a tal empresa y los empleados no tienen café y sus espacios de trabajo son deplorables”. Obviamente cada una de estas afirmaciones puede ser cierta en su contexto, pero no pueden representar a una realidad tan diversa como el interior de todas las empresas existentes.
¿Qué logran con esto? Un adoctrinamiento político de sus empleados, quienes después de escuchar estos discursos de autoalabanzas y despliegues de temores no son capaces de vislumbrar otro modelo de organización, transformándose en un proletariado autocomplaciente, incapaz de concebir otras realidades, o al menos, descalificándolas de plano como una alternativa.
¿Quiénes son los más proclives a ser adoctrinados? Alumnos recién egresados de las universidades, quienes carecen obviamente de experiencia laboral en múltiples organizaciones, y al igual que en los partidos políticos, son receptores fértiles de las ideas y planteamientos de los jerarcas del modelo.
Sin perjuicio de que este tipo de empresas posean un modelo válido, ya que actúan dentro del marco de la ley y las buenas costumbres (generalmente), tienen como referentes modelos ya obsoletos; los regímenes marxistas. Éstos, a pesar de sus “bondades” (protección social, eliminación de clases sociales, aseguramiento de un bienestar básico en alimentación, salud y educación) desaparecieron porque no supieron comprender que al final el hombre es un ser que por esencia desea poseer más, y que está en su debido derecho el querer esto.
Así como desaparecieron los regímenes marxistas, así como es una interrogante que pasará en Cuba cuando ya no esté su jerarca 3 o 4 horas seguidas adoctrinando a su pueblo, la proyección en el tiempo de empresas que utilizan este modelo de adoctrinamiento también es mínima, ya que dependerán siempre de la inmadurez que mantengan sus jóvenes empleados, o bien, de la capacidad de vida de sus jerarcas, y ambos, a la luz de la razón, están lejos del alcance de la mano para manipularlos porque son parte estructural de la naturaleza.