
Recuerdo que cuando era pequeño, entrando a la adolescencia, el único objeto realmente necesario de llevar para salir a algún lugar era el pañuelo; aún cuando no lo usara, siempre debía estar allí, en el bolsillo, planchado, limpio, ojalá algo perfumado - aunque fuera con la digna colonia inglesa - por si se ofrecía a alguna niña.
Pasados cerca de 25 años la realidad es muy distinta; ahora para salir debemos cargar un sinnúmero de objetos, algunos más útiles que otros, pero que se han hecho un lugar en nuestros hábitos diarios, en especial, si ya eres mayor de 30'. No por algo la venta de mochilas y bananos ha crecido en forma brutal los últimos 10 años (aún cuando se explica que de los escolares de hoy una gran mayoría optó por esta moda).
La billetera, objeto imprescindible donde ya no sólo van los billetes como antaño, sino que ahora son depósito de cerca de una docena de tarjetas; entre las tarjetas del banco (cajero y crédito), tarjeta de descuento de la farmacia, la del club de video, la de los juegos de video donde llevas a los niños, la tarjeta del supermercado, las tarjetas de las multitiendas (sumen 3), la de la Isapre, y sumen al menos 2 tarjetas inútiles (yo llevo la de la caja de compensación y una de Servipag que no he ocupado nunca). A estas agreguen el carné de identidad, la licencia de conducir, una tarjeta donde estén los datos para que llamen en caso que estés accidentado, un calendario, algunas tarjetas de presentación, tarjetas de presentación que te han entregado, un par de boletas, unas fotos familiares, y finalmente, los billetes. A esta altura podrán acordar conmigo que más que billetera es un libro lo que se echa uno al bolsillo, y por lo mismo los bolsillos de los pantalones se marcan a la segunda lavada, y las chaquetas quedan chuecas con tanto peso.
Agreguemos los objetos de utilidad, o necesidad, como lentes (al menos yo no salgo sin mis lentes de sol, aunque esté nublado), anteojos, peinetas, lápices, chequera (una billetera al fin de cuentas con más espacio y más voluminosa), un monedero, y nuestro fiel pañuelo de género, aún cuando algunos modernistas los han cambiado por los pañuelos desechables. El reloj, del cual sólo me separo para dormir, obviamente ya no es sólo la utilidad de ver la hora, sino que puede ser objeto de estatus, modernidad (puedes usar uno que toque .mp3), de dinamismo (aquellos que se usan para deportes extremos), o de cuidado para lo cual usas uno que te mida el ritmo cardiaco. Si eres fumador agrega espacio para la cajetilla, el encendedor y las pastillas de menta.
Finalmente, tenemos los objetos de modernidad, aquellos que han nacido con el pasar de los años y se han hecho espacio en nuestro cotidiano: el teléfono celular, indiscutido número uno de nuestros bolsillos o de colgar del cinturón, el cual se lleva en cientos de modelos, colores, tamaños, formas, y en cantidades, ya que no faltan aquellos que asumen que dos orejas son para dos celulares. Para aquellos que tienen mala memoria, o trabajan con información, es imprescindible el uso de una Palm o similar, las cuales además de buscar direcciones, teléfonos, cumpleaños, y la agenda, te permiten otros usos "necesarios" como el de linterna, reloj, calculadora, ver la hora en otra ciudad del mundo, o jugar solitario mientras esperas alguna cita.
¿Será por esto que se vende tanta mochila y bananos en Chile? ¿Será por esto que la ropa cada vez trae más bolsillos? ¿Será por esto que cada vez que vamos saliendo de la casa nos devolvemos a buscar algo que se nos olvidó? Yo reconozco que uso casi todo lo que he descrito, incluso subo mochila de vez en cuando al auto, pero si debo renunciar a todos los objetos y dejar sólo uno no lo pienso dos veces ... siempre habrá lugar para mi pañuelo, planchado y perfumado.