30 septiembre 2006

Cuento: Las vueltas de la vida, la pura y santa verdad.

Casablanca, en el cumpleaños de la Ximena.
Mi señora ya me había advertido con dos semanas de anticipación que no hiciera planes para el sábado porque su amiga del alma celebraría su cumpleaños en la parcela de su mamá, en Casablanca, por lo que haría un asado e invitaría a las compañeras de colegio y sus maridos. Para mi no era precisamente un panorama muy atractivo, pensando más aún que varias de sus "cuicas" compañeras se habían casado con otros cuicos, por lo que el ambiente me tincaba que no iba a ser de ramada.

Resignado iba manejando hacia el evento, cuando estamos llegando a la parcela y comienzo a estacionar se coloca frente a mi Suzuki Baleno sedán (harto uso y de aspecto esforzado) un Audi A8, un tanque, en realidad era un barco, y mientras nos bajamos con mi señora, sale la pareja que viene en ese auto. Ella cordial nos saluda con un gesto, él con cara de asco y desprecio nos pregunta "¿y ustedes también vienen al cumpleaños?", a lo que contestamos al unísono, con voz firme y orgullosa, "sí, también estamos invitados". El tipo se da media vuelta, miro a mi señora, y le digo "esto no va a funcionar" anticipando un asado funesto.

Nos recibe la anfitriona, le preguntamos quien es el güeón tan simpático que nos encontramos en la entrada, y nos dice que no lo ubica mucho, ella conoce a la señora de él, ya que vienen los fines de semana a las parcelas de Casablanca. Al rato estábamos conversando con el resto de la gente, todos muy simpáticos a decir verdad, obviamente los hombres al lado de la parrilla con distintas muestras de alcohol en las manos (vino, cervezas, pisco sour), y las mujeres – la mayoría ex compañeras de colegio – parloteando sin parar. El tipo del Audi no deja de hablar por su celular a unos 20 metros de la casa, no se acerca a nadie, sólo su señora le lleva cosas para comer, como una geisha, y él la trata más encima con cierta prepotencia y desidia por lo que alcanzamos a ver. La tarde pasa, el matrimonio del Audi se va, ella se despide elegantemente con un “adiós a todos”, él nunca se asomó al asado, a la mesa, ni cerca de la casa, sólo habló por celular y miró de lejos. El asado estuvo entretenido finalmente, y más de alguno preguntó “¿quién es ese güeón con cara de apestado?”.

Un par de meses después, leyendo un diario en el bus, leía acerca del caso Inverlink, el cual copaba las portadas y crónicas, ya que los coletazos fueron muy grandes. Entre esas noticias aparece una foto de un tipo el cual me resulta familiar, y al costado una entrevista a su mujer; se trataba de la esposa de Enzo Bertinelli, gerente general del Grupo Inverlink, donde declaraba entre otras cosas que la parcela de Casablanca es de su madre, y el Jeep es de ella, ya que su marido tenía un Audi. Ahí fue que me hizo sentido todo.

El tipo era un real bravucón, no logro imaginar que problemas estaría ese día de asado tratando de solucionar, o evitar, u olvidar. Pero sí me imagino yo de gendarme en Capuchinos, dándole la bienvenida a todos los estafadores de Inverlink, y al verlo a él, regalarle la mejor de mis sonrisas y decirle “¿a ti también te invitaron para acá?”. Las vueltas de la vida.
 
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