29 octubre 2006

Cuento: Tres veces el servicio militar ¿No será mucho?


Terminaba la Universidad y ya había postergado el servicio militar seis veces, por lo que me dirigí al cantón de reclutamiento para sacar el certificado correspondiente para tramitar mi título. Allí consulté que trámite venía, y me explicaron “como el próximo año ya no va a poder postergar el año subsiguiente será llamado, tiene que ver las listas de llamado y debe presentarse con su título, contrato de trabajo, libreta de matrimonio, o lo que corresponda y pasa a la reserva. Felicitaciones por convertirse en alguien útil para la patria”. Qué puedo decir, sólo sentí alivio.

Pasaron dos años y me llegó una carta del Ministerio de Defensa a la casa indicándome que debía presentarme en el Regimiento Maipú, en Valparaíso. Cuando llegué esa mañana de abril habría unas dos mil personas en el patio del regimiento. Una vez que estábamos algo ordenados se paró un militar sobre una mesa y con megáfono en mano indica “los estudiantes de enseñanza media, universitaria e institutos profesionales a este lado” indicando su izquierda; se movieron unos 800 tipos. Nuevamente el megáfono “las personas que estén procesadas por delitos a este lado” indicando su derecha; se movieron un centenar de personas (chitas que habían pungas en el patio). Se baja de la mesa y se retira.

Yo no lo podía creer, quedé en el grupo más numeroso, y llamaban de una mesa donde había cuatro milicos, lo que me indicaba que el “trámite” terminaría con suerte cerca de la medianoche. Como me había puesto a conversar con un muchacho que era ingeniero de la Santa María le propuse que juntáramos unas diez personas tituladas y que hiciéramos una fila aparte de todo el grupo, a riesgo de que nos castigaran o algo parecido, pero era la única alternativa para salir de eso temprano. Una vez que juntamos cerca de una docena de personas, todos titulados, hicimos la fila y nos separamos del grupo grande, y obviamente me pusieron al frente por creativo. No pasaron unos segundos cuando llegó un milico gritándome “quién los mandó a separarse del grupo”. Allí, rígido le indico que soy profesional, que estoy trabajando y que en mi trabajo me habían dado sólo la mañana para este trámite, por lo que si esperaba a que me atendieran podía quedar cesante. Asombrosamente al milico le cambia la cara, se pone amable y nos pregunta “¿son todos profesionales? … Sí indicamos en coro. ¿Tienen la carta que les llegó a la casa? … sí indicamos en coro nuevamente. Entonces nos pidió a cada uno la carta y procedió a anotar el título y la Universidad. Una vez que anotó la docena de cartas llamó a un clase, y le indica “acompañe a los caballeros a la puerta para que se retiren”, no lo podíamos creer. Antes de irme le pregunto “cómo lo hacemos para la formalización a lo que me responde “pase a su cantón correspondiente en unos dos meses más y allí retire su certificado de reserva”. Mientras caminábamos hacia la puerta nos gritaban “¡güeones apitutados!”, hasta que salimos del recinto. Afuera, nos matábamos de la risa porque nos resultó la táctica, era menos de las diez de la mañana, y quedamos desocupados.

Unos meses después pasé al cantón como me habían indicado, y para sorpresa mía no aparecía en el registro de dicho proceso, es decir, era como si no me hubiera presentado. Para colmo de males, el oficial me indica que yo ya tenía un llamado al cual no había asistido, por lo que con dos ausencias estaba en rebeldía y quedaría en calidad de remiso en agosto. Le cuento lo que había pasado y sucede el siguiente diálogo (M – Milico / Y – Yo):
M: deben haber extraviado los papeles.
Y: ¿entonces dónde debo ir para que me solucionen el problema?
M: ¿Estás viviendo en esta dirección?
Y: No, hace rato que vivo en otra ciudad.
M: Entonces dile a tu familia que si te va a buscar la Policía Militar que digan que te fuiste de la casa hace rato y que no saben donde vives.
Y: ¿Cómo se le ocurre que voy a estar en esa situación? ¿Arrancado!!? Si no he cometido falta! Alguien se tiene que hacer responsable. ¿Qué otra alternativa tengo?
M: Esperar a que salga una Ley de Amnistía y acogerte a ella.
Y: Ja ja ja. Con lo trabajadores que son los diputados, más encima dependo de esos vagos.
M: No le veo opción amigo.

Bueno, me fui, llamé a un amigo abogado quien me ratificó que lo mejor era acogerme a una Ley de Amnistía, y que éstas se promulgaban cada 3 o 4 años. A esperar no más.

¡Salió la Ley de Amnistía famosa! Me entero porque me llama mi amigo abogado, y luego lo leo en los diarios. Por fin ya no era un arrancado de la justicia (y militar más encima) por lo que podría arreglar esta situación. Asumí que estaba perdonado, y que mis papeles podría retirarlos cuando quisiera.

Años después, estaba postulando a un trabajo, y entre todos los papeles y exámenes que me pedían estaba el informe DICOM, el cual lo sacaban ellos. Cuando recibí el llamado de la empresa diciéndome que tenía problemas en DICOM no lo podía creer, le explico que jamás he tenido un problema de deudas o cheques, a lo cual me dice “Si no es problema económico, dice que tienes problemas con Justicia Militar”. Un muro cayó en mi cabeza. “ya, déjame arreglarlo y te llamo nuevamente” le digo con tranquilidad. ¿No había sido amnistiado? Era mi pregunta.

Fui a la Fiscalía Militar correspondiente, dentro de un regimiento, lo cual ya me intimidaba ya que la probabilidad de que me tomaran detenido y me dejaran en un calabozo a esta altura no podía medirla. Entro en un salón grande donde una mujer de actitud dura atiende público. Le cuento mi situación, por lo que va a buscar unos libros. Procede a abrir uno, lo hojea con parsimonia, hasta que me encuentra. Y sucede el siguiente diálogo (VF – Vieja fea / Y – YO):
VF: mmm, aquí lo encontré. Vé? Tiene un llamado al cual no se presentó en febrero.
Y: efectivamente no me enteré de ese llamado.
VF: aquí tiene otro llamado al cual no se presentó. Por eso se fue a la justicia militar.
Y: No, a ese llamado me presenté y me perdieron los papeles que presenté.
VF: mmm, pero aquí está el timbre de amnistía, o sea usted está amnistiado.
Y: entonces podría darme un certificado que estoy OK, ya que estoy postulando a un trabajo donde me piden este papel.
VF: mmm, déjeme ver completo el registro. (da vuelta la hoja del libro)
VF: ohhhh, que raro! Lo llamaron de nuevo al servicio?! Esto no debiera ser.
Y: Pero cómo pasa eso señora si ya estaba amnistiado?
VF: mmm, no debiera pasar, pero es evidente que lo llamaron de nuevo.
Y: ¿y cómo pudo pasar eso?
VF: a ver … mmm, ahh, ya sé, lo llamaron porque aún no cumplía 30 años.
Y: ppfff, ya, entonces como arreglamos esto. ¿Puede darme un certificado?
VF: noo, tiene que solicitar audiencia con el Fiscal, y luego se abre un proceso.
Y: ¿y eso no toma mucho tiempo?
VF: no tanto, ahora se demora 1 año, antes podía tomarse 2 o 3 años.
Y: ¡¿qué?! No, olvídelo, de hecho olvídese que estuve aquí.

Al irme de ese lugar sabía que había perdido el trabajo, así que llegué a casa y le conté esto a mi esposa. Había tranquilidad, y de hecho encontré otro trabajo un par de semanas después.

Al cabo de 3 o 4 años después vi en la TV como se anunciaba una Ley de Amnistía para los nacidos entre tal y cuales años, así que al día siguiente partí al cantón correspondiente, solicité el certificado de amnistía, luego me dieron el certificado de paso a reserva, salí del cantón, los fotocopié 10 veces cada uno, y plastifiqué los originales. Si me llamaron tres veces para hacer el servicio militar quién me garantiza que no quieran una cuarta.


 
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