22 marzo 2007

Cuento: ¿Vio pasar mi neumático?


Hay quienes piensan que se pueden morir en cualquier momento, otros pensamos que estamos predestinados a vivir harto tiempo más, y cómo no si la vida nos va dando señales de que podría ser el momento de irnos al lado oscuro, pero no, nos perdona y nos da otro día para seguir viviendo. Esto que voy a contar es una de las tantas ocasiones que he sentido que voy a morir arriba de un auto y finalmente no pasa nada, fatal.

Trabajaba en Los Andes, y me tocaba muy a menudo subir en camioneta a Saladillo, un trayecto de 45 Kms. de camino de montaña, muchas curvas y pendientes. El paisaje lo complementaba el río, el cual bordeaba gran parte del camino. Cabe señalar que como hacíamos el trayecto muy a menudo ya conocíamos mucha gente que hacía lo mismo.

Un día subía a Saladillo y ya a unos 10 Kms. de trayecto los vehículos que bajaban a Los Andes me hacían señales de luces; “Ahh, los pacos deben estar pistoleando más allá” pensé, pero al pasar ya un par de kilómetros no había rastro de ellos. Siguen las señales de luces; “mmm, ¿seré tan conocido como para que todos me quieran saludar?” pensé, así que me dispuse a hacerles también señales de luces a medida que subía por el camino. A poco andar, iba subiendo en una recta a unos 100 Kms/Hr. cuando comencé a sentir que el asiento de la camioneta se mecía de lado a lado, fue sólo un instante, unos dos segundos, y luego el ruido de metal que raspa el concreto… “kkkrrriiiiigggg”, y veo pasar el neumático trasero de la camioneta mientras trato de controlar el vehículo y tirarlo a la berma. Mientras hago esta maniobra el neumático se va por el camino, a una velocidad increíble pasa a unos 2 metros de una familia que espera locomoción, toma una curva, y se pierde. Efectivamente me hacían luces porque la camioneta perdió las tuercas de la rueda, por lo tanto debe haber venido moviéndose durante el camino sin que yo lo percibiera.

Me bajo de la camioneta, me toco las piernas, los brazos, me miro entero y compruebo que estoy vivo y completo. Miro la camioneta y veo que la rueda trasera no está y la masa está muy abollada por el golpe que dio en el pavimento. Prendo las luces de precaución de la camioneta y comienzo a caminar para buscar mi neumático. Llego al lado de la familia que vio el accidente y les pregunto – lo que creo una de las preguntas más freack que he hecho alguna vez:

Yo: “¿vio donde fue a parar mi neumático?”
Testigo: “Sí, siguió el camino y se cayó a la planta eléctrica”
Yo: (mierda, pensando) “gracias señora”

Me dirijo caminando a la planta eléctrica, a unos 200 mts. de la camioneta, mientras las tres muejeres que estabana en el camino me miran incrédulas, no sé si por el accidente o porque casi ellas son parte del mismo si el neumático le hubiera pegado a alguna de ellas. Cuando voy llegando se va asomando un tipo con overall engrasado, con mi neumático en sus brazos, y me pregunta:

Maestro: “¿Es suyo el neumático?”
Yo: “Sí”
Maestro: “¿Y le pasó algo, chocó?
Yo: “No, alcancé a controlar la camioneta. ¿Pasó algo en la planta?”
Maestro: “Sí, dejó la cagada su neumático; botó unos tambores con grasa, así que lléveselo al tiro”
Yo: (mierda, pensando) “gracias maestro”

Tomo el neumático, lo pongo en el camino y con un palo que había en la berma comienzo a golpearlo por encima para hacerlo rodar, de modo tal que el neumático avanza raudo, como si fuera un juego, una imagen lúdica que hacía ridícula la imagen de hace 5 minutos atrás, cuando estuve a punto de matarme, ahora sólo pensaba en que el neumático no dejara de rodar hasta la meta, donde había tenido una nueva oportunidad de seguir viviendo.


 
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