
Hay que deshacerse de la maldición a cualquier precio.
Cuando llevé el auto por primera vez a una mantención, al abrir el mecánico el capó miró con asombro y soltó un “chucha, media cagada”. Yo aún no sabiendo nada de mecánica veía todas las piezas en su lugar, o al menos, un montón de piezas con una distribución ordenada en ese espacio. Sin embargo, al consultarle al mecánico qué pasaba me indica que es obvio que el auto había tenido un choque muy grande, frontal, y que las huellas estaban a la vista. Comienza a mostrarme todas las partes que se habían hecho de nuevo, y al finalizar su muestra me queda claro que la parte delantera del nipón se la habían confeccionado de cero, es decir, había tenido el manso tortazo, y tendría que lidiar con ello cuando quisiera venderlo.
Bueno, así no más fue; cada vez que alguien se interesaba en el auto (y que no eran muchos ciertamente) habría el capó para pegarle una mirada al motor, y se daban cuenta de inmediato que había tenido un choque grande. Para colmo, como era un auto antiguo no había mucho interés. Algo tenía que hacer al respecto.
Un día me encontraba en División Andina de Codelco, en una de sus plantas, y estando en una oficina escucho lo que decía una persona a otra; “mira, tengo este fajo para comprarme el Fito, un millón doscientos mil pesos, ya lo tengo visto así que espero esta semana concretar e irme de vacaciones con el”. Ante tamaña oportunidad no me quedó otra que reaccionar y echar a correr todo mi expertise en ventas. Pregunté el nombre de la persona y me informan que le dicen el Cazsely. Fui a la oficina donde se encontraba y le dije:
Yo: “Hola, soy Gonzalo Galleguillos, estaba en la oficina del lado y no pude dejar de escuchar lo que comentabas acerca de comprar un auto. ¿Qué auto estás buscando?”.
Cazsely: “Hola. Estoy cotizando un Fito (Fiat 147), ya que tengo $1.200.000.- y no tengo más”.
Yo: “Pero dime, ¿cuántas personas son en tu familia?”.
Cazsely: “Somos 4, mi señora y 2 hijos adolescentes”.
Yo: “Ahh, o sea necesitas espacio, sobretodo para viajes, cada uno 1 bolso, significa que necesitarás un auto con buena maleta. ¿No has pensado por ejemplo en un Datsun Bluebird?”.
Cazsely: “Nooo, ese sale mucha más plata, y no quiero endeudarme”.
Yo: “No creas que cuesta tanto más. Yo estoy vendiendo el mío, y estaría dispuesto a liquidarlo en $1.400.000.- para ti.”.
Cazsely: “No gracias, si no tengo la diferencia”.
Yo: “Mira, no hablemos de dinero aún, primero prueba el auto y la diferencia de estar en un fito”. (Cabe señalar que era jueves, víspera de un fin de semana largo).
Cazsely: “¿Y tienes el auto acá?”.
Yo: “Sí, pero como el auto está a toda prueba, te lo paso todo el fin de semana largo, está con estanque lleno, llévatelo de viaje de modo que lo pruebes tú y veas si le gusta a tu familia”.
Cazsely: “¿En serio?”.
Yo: “Claro, si vas a comprar un auto para ti y tu familia todos deben conocerlo y gustarle. Te aseguro que este auto les encantará, y mucho más que el Fito que hablabas”.
Cazsely: “Ya pos, probémoslo entonces”.
Una vez que entrego llaves, documentos y recomendaciones finales, el posible comprador se lleva el auto. Ese fin de semana sólo pensaba en que el auto no fallara (aún cuando nunca fue panero), de modo que el lunes pudiera cerrar el trato.
Llega el lunes y voy en búsqueda del Cazsely. Lo veo y le pregunto sobre el auto, qué le pareció. Me dice que lo encontró espectacular, grande, bonito, suave, que a la “iñora” le encantó, y que los cabros chicos lo encontraron súper bueno. Se había enamorado del auto. Así que era hora de ponerse de acuerdo en el precio. El tenía $1.200.000 y yo quería $1.400.000, así que le propuse un acuerdo salomónico, que cerráramos en $1.300.000.-, pero como el no tenía más efectivo y no quería endeudarse, le propuse (dado que ya me habían pasado el dato que tenía una disquerías en Los Andes) que la diferencia me la diera en música. Trato hecho.
Pasaron unos meses desde que me había despedido del Nipón, y me encuentro con el Cazsely, le pregunto como estaba y me dice que espectacular; que al “bramador” le compró radio nueva, neumáticos nuevos, y que lo estaba adornando de lo lindo (debe haber sido de las primeras enchuladas de la época). Que bien le digo.
Al tiempo me lo encuentro nuevamente, y al preguntarle por el “bramador” me dice que se lo robaron. Nooo!!! Exclamé. ¿Pero como? Se lo habían robado de la puerta de su casa y llevaba 2 meses desaparecido. Ya no tenía esperanza de encontrarlo y más encima no le tenía seguro. Me pregunta si a mí me lo habían robado alguna vez. Nooo!!! Nunca (qué sacaría diciéndole que el auto tenía un currículum serio como vehículo robado).
Supe tiempo después que el Cazsely identificó lo que quedaba del auto cuando mostraron en las noticias la captura de una banda que robaba vehículos y los desarmaba para venderlos por parte. Así es, identificó lo que quedaba del chasis y algo de la carrocería gris plata. Allí estaba el Nipón, encontrado como quien encuentra la tumba de un faraón profanada, con la momia en su interior, listo para aplicar su maldición nuevamente a quien se atreva a poseerlo.