
Introducción
Este cuento comenzó hace un tiempo atrás, donde narro las desventuras vividas por nuestra Condesa, protagonista de una historia dramática, casi una tragedia, cuando apenas llegaba a los 18 años. Pero, tal como en los cuentos que nos narraron de pequeños, verán que la historia siempre se apiada de quienes han sufrido, y finalmente terminan siendo felices. (Para ver la primera parte de este cuento acceda a esta link
http://gonzalogalleguillos.blogspot.com/2007_12_01_archive.html)Este cuento comenzó hace un tiempo atrás, donde narro las desventuras vividas por nuestra Condesa, protagonista de una historia dramática, casi una tragedia, cuando apenas llegaba a los 18 años. Pero, tal como en los cuentos que nos narraron de pequeños, verán que la historia siempre se apiada de quienes han sufrido, y finalmente terminan siendo felices. (Para ver la primera parte de este cuento acceda a esta link
La dureza de la vida la sigue por todas partes.
Pero el tiempo no sería tan implacable con ella. Casi al tiempo que fue desterrada una de sus mejores amigas la acogió en su casa, al menos tendría un techo y una cama donde llegar. Y para solventar sus gastos debió trabajar medio día para estudiar en las tardes, haciendo labores administrativas en la consulta de un médico. Claro está que como no podía ser fácil, al tiempo su carrera la pasaron al horario nocturno, por lo cual su jornada se extendía desde el amanecer hasta medianoche. Por esa época debió buscar otro trabajo; y se encontró nuestra dama de la realeza cortando hilachas en una fábrica de cierres y bordados.
Es casi una ironía que quien por su linaje podría tener chaperonas y servidumbre tenía que estar haciendo labores de obrera. Pero era un trabajo digno, honrado, y eso la confortaba. Cuando tenían un poco más de dinero enviaba una remesa a su familia de origen, donde la añoraban, la recordaban, y rezaban porque encontrara su camino, al menos no cuesta arriba como había sido hasta ahora.
Las penas la acompañaban a menudo durante las noches: se recordaba de su único sobrino, pequeño, querendón, pero su hermana le había prohibido las visitas a su casa. Extrañaba a sus padres, sus amistades, su tierra, su aire, su Contulmo. Estaba sola en Santiago, no era más que otra alma desterrada en la ciudad furiosa, aquella que no acoge si no que da lo peor de sí para recordarte que estás solo.
La Condesa, por su educación y linaje, se llevaba muy bien con todo el mundo, sobretodo con la gente mayor, quienes identificaban en ella otro tipo de modales que no se veían en la juventud; era frágil, sutil, amable, y muy responsable. Lamentablemente estas características hicieron que la madre de su amiga comenzara a compararla con su hija, lo que provocó cada vez más roces con su amiga, por lo que debió dejar esa casa para irse a una pensión, una pieza pequeña y fría sería su castillo en adelante.
Y aparece el amor.
Al tiempo la Condesa comenzó a trabajar en el mismo Instituto donde estudió, allí tuvo la oportunidad de recibir a los alumnos que querían estudiar Ingeniería, y recibió a muchos, pero en especial a uno. Uno que le llamó la atención porque no era un chico, era alguien mayor, con trabajo, que estaba buscando algo más. Con el tiempo se transformaron más que en compañeros en amigos, cada cual tenía su pareja y salían en conjunto. Pero al tiempo, tal como sucede en los eclipses donde se alinean los planetas, las vidas de ambos se alineaban y cada cual terminaba sus relaciones de pareja, y quedaron sólo ellos, uno al otro.
Fue época de encuentros y desencuentros, salían juntos a bailar, pero la magia no llegaba a sus corazones, hasta que una noche estrellada, donde su príncipe debía llevarla a su morada, simplemente la besó, para sellar el tiempo que llevaban juntos, y para abrir una nueva etapa, donde ambos comenzarían a vivir una misma vida. Comenzaron su noviazgo, y a los meses su príncipe le propuso matrimonio. Sin embargo, la Condesa debía confesarle antes una verdad dolorosa; y le dice “No puedo darte hijos, por lo tanto, piénsalo antes de casarte conmigo”, palabras que sólo podría emitir quien tiene el honor de la nobleza, la honestidad exacerbada, la claridad de quien ha vivido tantas vidas. El príncipe, no podía renunciar a un alma tan íntegra, y selló su matrimonio con la Condesa.
La llegada del heredero.
Llevaban 6 años de matrimonio, y obviamente no había lady o señorito corriendo por los jardines. Sin embargo, un médico le comunica que se puede hacer algo respecto a su problema, que debía conseguirse un útero prestado. Vaya situación, como si los úteros los arrendaran a través del diario. Pero una noticia llega un día como milagro que golpea a la puerta; una prima le comunica que conoce a una persona que está con 6 meses de embarazo y no puede mantener a dicho hijo porque ya tiene 3 en su casa, y está dispuesta a darlo en adopción. Una luz de esperanza fue la que se instaló en la casa de la Condesa una vez que conoció a la mujer que sería el medio por el cual llegaría su hijo, su añorado descendiente, el heredero.
La Condesa se comenzó a hacer cargo del cuidado de una madre y su vientre. La condesa le daba las vitaminas, el calcio, preparando el desarrollo de su delfín. Y cuando llegó la fecha de la llegada de su hijo ella estaba en la sala de partos. Y el médico al momento del alumbramiento le da la oportunidad que sea la Condesa quien corte el cordón, un signo que sería ella, y nadie más que ella quien lo recibía en este mundo, le daba la independencia y lo acogía como suyo.
Epílogo.
Actualmente la Condesa trabaja en una empresa de tecnología de nivel mundial, vive casada en Santiago, y preocupada del desarrollo del heredero de tan noble linaje. Tengo personalmente el convencimiento que la Condesa habrá de volver a su natal Contulmo (para ser alcaldesa dice ella), sin embargo no sabe que su pueblo la esperará con reconocimiento, con orgullo, por haber conquistado al gigante de cemento, haberle torcido la mano al destino, por eso la esperarán para coronarla, ya no como la Condesa que siempre ha sido, sino como la Princesa de Contulmo.
Pero el tiempo no sería tan implacable con ella. Casi al tiempo que fue desterrada una de sus mejores amigas la acogió en su casa, al menos tendría un techo y una cama donde llegar. Y para solventar sus gastos debió trabajar medio día para estudiar en las tardes, haciendo labores administrativas en la consulta de un médico. Claro está que como no podía ser fácil, al tiempo su carrera la pasaron al horario nocturno, por lo cual su jornada se extendía desde el amanecer hasta medianoche. Por esa época debió buscar otro trabajo; y se encontró nuestra dama de la realeza cortando hilachas en una fábrica de cierres y bordados.
Es casi una ironía que quien por su linaje podría tener chaperonas y servidumbre tenía que estar haciendo labores de obrera. Pero era un trabajo digno, honrado, y eso la confortaba. Cuando tenían un poco más de dinero enviaba una remesa a su familia de origen, donde la añoraban, la recordaban, y rezaban porque encontrara su camino, al menos no cuesta arriba como había sido hasta ahora.
Las penas la acompañaban a menudo durante las noches: se recordaba de su único sobrino, pequeño, querendón, pero su hermana le había prohibido las visitas a su casa. Extrañaba a sus padres, sus amistades, su tierra, su aire, su Contulmo. Estaba sola en Santiago, no era más que otra alma desterrada en la ciudad furiosa, aquella que no acoge si no que da lo peor de sí para recordarte que estás solo.
La Condesa, por su educación y linaje, se llevaba muy bien con todo el mundo, sobretodo con la gente mayor, quienes identificaban en ella otro tipo de modales que no se veían en la juventud; era frágil, sutil, amable, y muy responsable. Lamentablemente estas características hicieron que la madre de su amiga comenzara a compararla con su hija, lo que provocó cada vez más roces con su amiga, por lo que debió dejar esa casa para irse a una pensión, una pieza pequeña y fría sería su castillo en adelante.
Y aparece el amor.
Al tiempo la Condesa comenzó a trabajar en el mismo Instituto donde estudió, allí tuvo la oportunidad de recibir a los alumnos que querían estudiar Ingeniería, y recibió a muchos, pero en especial a uno. Uno que le llamó la atención porque no era un chico, era alguien mayor, con trabajo, que estaba buscando algo más. Con el tiempo se transformaron más que en compañeros en amigos, cada cual tenía su pareja y salían en conjunto. Pero al tiempo, tal como sucede en los eclipses donde se alinean los planetas, las vidas de ambos se alineaban y cada cual terminaba sus relaciones de pareja, y quedaron sólo ellos, uno al otro.
Fue época de encuentros y desencuentros, salían juntos a bailar, pero la magia no llegaba a sus corazones, hasta que una noche estrellada, donde su príncipe debía llevarla a su morada, simplemente la besó, para sellar el tiempo que llevaban juntos, y para abrir una nueva etapa, donde ambos comenzarían a vivir una misma vida. Comenzaron su noviazgo, y a los meses su príncipe le propuso matrimonio. Sin embargo, la Condesa debía confesarle antes una verdad dolorosa; y le dice “No puedo darte hijos, por lo tanto, piénsalo antes de casarte conmigo”, palabras que sólo podría emitir quien tiene el honor de la nobleza, la honestidad exacerbada, la claridad de quien ha vivido tantas vidas. El príncipe, no podía renunciar a un alma tan íntegra, y selló su matrimonio con la Condesa.
La llegada del heredero.
Llevaban 6 años de matrimonio, y obviamente no había lady o señorito corriendo por los jardines. Sin embargo, un médico le comunica que se puede hacer algo respecto a su problema, que debía conseguirse un útero prestado. Vaya situación, como si los úteros los arrendaran a través del diario. Pero una noticia llega un día como milagro que golpea a la puerta; una prima le comunica que conoce a una persona que está con 6 meses de embarazo y no puede mantener a dicho hijo porque ya tiene 3 en su casa, y está dispuesta a darlo en adopción. Una luz de esperanza fue la que se instaló en la casa de la Condesa una vez que conoció a la mujer que sería el medio por el cual llegaría su hijo, su añorado descendiente, el heredero.
La Condesa se comenzó a hacer cargo del cuidado de una madre y su vientre. La condesa le daba las vitaminas, el calcio, preparando el desarrollo de su delfín. Y cuando llegó la fecha de la llegada de su hijo ella estaba en la sala de partos. Y el médico al momento del alumbramiento le da la oportunidad que sea la Condesa quien corte el cordón, un signo que sería ella, y nadie más que ella quien lo recibía en este mundo, le daba la independencia y lo acogía como suyo.
Epílogo.
Actualmente la Condesa trabaja en una empresa de tecnología de nivel mundial, vive casada en Santiago, y preocupada del desarrollo del heredero de tan noble linaje. Tengo personalmente el convencimiento que la Condesa habrá de volver a su natal Contulmo (para ser alcaldesa dice ella), sin embargo no sabe que su pueblo la esperará con reconocimiento, con orgullo, por haber conquistado al gigante de cemento, haberle torcido la mano al destino, por eso la esperarán para coronarla, ya no como la Condesa que siempre ha sido, sino como la Princesa de Contulmo.