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Valparaíso, 2do semestre de 1986.
Corría mi segundo año en la Universidad, y aún cuando ya tenía claro que no seguiría estudiando ingeniería en electricidad, estaba motivado porque haría la asignatura de Programación, ramo que formalmente me introducía a las materias de informática, carrera a la cual pensaba cambiarme al año siguiente.
El ramo lo dictaba un profesor con fama de exigente – E. Peraz realmente tenía fama de “vaca” – sin embargo la posibilidad de aprender programación en Pascal me motivaba a realizar mi mejor esfuerzo. Ya en las clases este profesor había mostrado sarcasmo e ironía al interrogar a compañeros, mofándose de respuestas que no eran precisamente las que él esperaba.
Llega la primera prueba del semestre, la cual consistía en un solo problema de planteo, por lo tanto, había que realizar el análisis, el diagrama de flujo, y luego la codificación del programa, ¡todo en papel! Ya que en esos años la posibilidad de acceder al Mainframe de la Universidad estaba restringida a sólo un par de horas a la semana.
Los primeros 60 minutos de la prueba me dedico a realizar el análisis y diagrama de flujo ya que en las clases se había puesto énfasis en la importancia de esta etapa, la cual si se hacía bien la codificación no era problema. Pues bien, recuerdo haber escrito unas 4 hojas con consideraciones, alcances, restricciones, excepciones, etc., etc., y me dediqué los últimos 30 minutos a escribir el programa en el papel, comenzando con el típico Begin, escribiendo la declaración de variables, para luego hacer la programación como tal, y finalizando con el End. Asumía que no me había ido mal, al contrario, esperaba una nota al menos decente (entre 1.0 y 7.0 esperaba cerca de un 5.0)
Llega el día de la entrega de los resultados, y el profe Peraz señala que las pruebas están bastantes malas, los resultados están muy por debajo de lo esperado, y dice “sin embargo, hay una prueba que me llamó enormemente la atención. ¿está aquí el señor (tomando la prueba lee el nombre) Gonzalo Galleguillos?” … silencio y expectación. “Aquí señor” indico con mi dedo. “Lo felicito” me dice, “jamás en mi vida había visto un análisis con tanta profundidad y rigurosidad, detallaste muy bien las excepciones, las consideraciones, realmente te felicito. Tuviste un pequeño problema en la codificación por eso la nota”. Terminando estas alabanzas, y ante las tallas de mis compañeros comienza a repartir las pruebas corregidas. Comienzan los “chusss”, “cacha la nota…”, ya que los resultados eran realmente malos.
El último en recibir la prueba soy yo, ante esto se va un montón de compañeros a mi silla, desdoblo la prueba esperando al menos un 6.0, y cuando termino de abrir mi prueba aparece la nota … un 2.0 “pelado”. Mis compañeros no podían parar de reírse, entremedio de las exclamaciones en voz baja de “el huevón vaca”. Yo no podía creerlo después de todo lo que dijo, sin embargo, al revisar mi prueba en las hojas donde estaba el análisis estaba escrito con lápiz rojo un “Felicitaciones” y un “Excelente”, y el programa que tenía escrito era cruzado por una X de vértice a vértice y un “MALO”.
Mirando hacia atrás, y después de varios años en que tuve que soportar a dicho profesor (de hecho fue mi profesor guía en el proyecto de título), asumo que vio en mi una vocación hacia el área comercial y fue un visionario, me demostró allí que no importa cuanto esfuerzo, detalle y rigurosidad uno ponga en su trabajo, si al final el resultado no es el esperado la nota final siempre estará cerca del 1.0 Este análisis después de 20 años no es el mejor de mi vida, pero no quiero perder una hora y media en explicaciones, si atino a la respuesta me basta.

Santiago, Domingo 10 de diciembre de 2006, 14:15 hrs. flash en la TV; “Murió Pinochet”. Guaauu, esta sí que es noticia de fin de año, después de todo no todos los días fallece un criminal connotado a nivel mundial, por lo que los medios de comunicación internacionales se suman a la información (Cadenas de USA, Europeas, Latinoamericanas publican la noticia en sus páginas web al instante), y me apronto a acomodarme en mi cama y a buscar el maldito control remoto.
Pues bien, a mi me pilla sumido en la cama con una amigdalitis de padre y señor mío, hace 7 años que no guardaba cama por algo similar (al menos estoy más sano que el caballero que acaba de morir, el cual tenía tantas enfermedades como medallas ganadas jugando al cachipún), y la fiebre me hace rechazar todo el despliegue de información de los canales nacionales, sí alcanzo a ver como los seguidores de Pinochet lanzan botellas y agua a los periodistas, luego uno trata de colocar la bandera a media asta sin alcanzar su objetivo, otro montón de mujeres maduras con sus nietos llorando a mares, como si se hubiera muerto el abuelito de cada una de ellas ¿Uff, lo habré delirado en mi fiebre o habrá sido realidad? Tomo agua y cambio de canal.
Despierto al rato, coloco nuevamente canales nacionales y dale con la noticia, mostrando a las viudas y viudos de Pinochet llorando a mares y gritando consignas del tipo “duelo nacional, duelo nacional”, otros tipos bien vestidos y de hablar fuerte diciendo que "Pinochet fue el Arquitecto de la modernidad chilena“ (los arquitectos las cagadas las tapan con plantas no con tierra como este otro), otro “El 2do padre de la patria” (seguro que O’Higgins no fue otro desgraciado que asesinó y exilió gente), otro más “El hombre que le cambió la historia a Chile” (y vaya que se la cambió, nos hicimos tristemente famosos en todo el mundo por él), y el más aventurado “El gran estadista del siglo XX” (Uff, me encantaría tener esa visión light de la vida). Glupp, creo que la fiebre ha pasado la barrera de los 40, me cambio el pijama y sigo durmiendo.
Ya casi de noche, como si hubiese llegado a mi una iluminación celestial para el reencuentro de los chilenos, pienso que sería una idea magnifica construir una animita para Pinochet. Sí, aunque mis amigos piensen que estoy drogado, sí, una animita. De ese modo tendremos control de las concentraciones Pinochetistas, y por otra parte, tendremos claridad de qué concertacionistas le prenden velas al difunto. Después de todo, Pinochet entre todos sus títulos nobiliarios (ver mi crónica anterior sobre este mismo tío) pasará a la historia como el mayor escapista de la justicia (gloria a sus abogados y asesores) por lo que no me impresionaría que después de unos meses las animitas de Pinochet sean centro de devoción de todos los sinvergüenzas de este país que quieren pasar impunes, al menos imagino desfilando con velas en las manos a los de MOP-GATE, los Chiledeportes, los desmalezadores, los de los planes de empleo, algún Girardi, los que no pagan sus impuestos, los empresarios que te quieren cagar con las indemnizaciones, y hasta los de Inverlink para rogar por llegar a viejos, con doctor de cabecera sin una infeliz condena de la justicia en sus hombros. San Pinochet santo de los sinvergüenzas impunes, escúchanos señor te rogamos.
Viña del Mar, 6 de Noviembre a finales de los ochenta.
Así es, un 6 de noviembre de 1988 se celebra por primera vez el día de la amistad en Chile, y con los compañeros de Universidad nos aprestamos a celebrarlo "con tutti". Obviamente el lugar elegido era el departamento de la Martuca, gran compañera, el cual ya había sido lugar de otras magnas celebraciones.
Y comienza la fiesta. Comienzan a llegar los invitados, todos compañeros de promoción, a esta altura del año - y con un año completo en el cuerpo - absolutamente afiatados y con las confianzas desplegadas. Junto con los invitados el bebestible necesario (asumo que pisco y cervezas, ya que no había recursos para whisky, el ron aún no estaba de moda, y ni el tequila llegaba a Chile). Glu, glu, glu, ahhhh...., sírveme más ... glu, glu, glu ...ahhh, qué rico.
Un par de horas después. Ya comienzan los gritos, entre los "urra", los "y va a caer, y va a caer", "salud", "chucha que somos amigos", los "chiaaaaaaa", y comienza el desorden; saltos, empujones, escobas tomadas como guitarras eléctricas y unas vaciladas dignas solamente de los 80'. Glu, glu, glu, ahhhh...., no me sirvas más ... glu, glu, glu ...no doy más.
Entrada la madrugada. Se me comienza a apagar la luz, las ideas comienzan a ser difusas, alguien me mueve el departamento para los costados como si fuera un temblor, me subo al tagadá y comienzo a dar vueltas, respiro hondo, camino en búsqueda del "bote", me anclo a una cama y me entrego a Morfeo junto a su yunta el Dios Baco.
Llega la mañana junto a los pajaritos. Son cerca de las 07:00 hrs. y despierto con un par de bofetadas de mi gran amigo Chelín. Llegó el "dueño de casa" así que oficialmente la fiesta terminó. Nos vamos del departamento, ya repuesto con el sueño espero junto a varios compañeros el auto del Chano que nos acercaría a la casa de cada uno.
Arriba del auto del Chano. Me baja la melancolía y comienzo con las invitaciones; "Oye, muchachos, vamos a mi departamento, allí tomamos desayuno y luego se van para la casa", "NO gracias Goga" fue la respuesta a coro. Los re invito uno a uno a tomar desayuno y nadie acepta. Finalmente se van bajando del auto hasta quedar sólo con el Chano. Llegamos a mi casa, y reitero la invitación, pero Chano gentilmente me dice que tiene cosas que hacer así que se va de inmediato a su casa en Quilpué. Mientras camino los metros de la vereda al edificio pienso "putas los güeones mal agradecidos, los invito a tomar desayuno y todos arrugaron". Entro al departamento, directo al dormitorio, me saco la ropa y a dormir.
El despertar. Como todos los sábados, mi abuela siempre me llevaba desayuno a la cama a mi y a mi hermano. Cuando siento el "niños el desayuno" me doy vuelta para tomar la bandeja y sólo veo el rostro desdibujado de mi abuela que grita "¡¿Niño, qué te pasó en la cara?!" ... Ugghhh ... al segundo pienso que podría haberme caido en la fiesta y me haya cortado o algo parecido. Corro al baño a mirarme al espejo y..... "¡¡Rechuchas de su madre, me cagaron!!" Así es, mientras estuve dormido en el departamento de Martuca no hayaron nada mejor que pintarme toda la cara con rouge, me hicieron bigotes Dalí, lentes, barba, etc., etc. Por eso nadie "se atrevió" a tomar desayuno en mi casa.
Desayuno post mortem. Las explicaciones a mi abuela sobre lo que pasó, haciendo incapié en que mis compañeros no eran diabólicos, sólo algo traviesos. Luego, las explicaciones a mi hermano sobre como estaba para no haberlos sentido mientras me pintaban. Jabón, agua y paño, jabón, agua y paño, hasta que salió todo. Cara irritada durante todo un día.
Hoy me explico porque no soporto los "días de" (del papá, del niño, de la secretaria, de la carne, etc.), si cuando por primera vez me comprometo con un día de celebración, me cagan artera y mañosamente. Lo que no me explico es que al día de hoy siga queriendo aún más a aquellos compañeros que me pintaron, ¿será que ese primer gran día de la amistad fue mágico, y la pintura sólo fue parte de un ritual ancestral? ... quién sabe.

Terminaba la Universidad y ya había postergado el servicio militar seis veces, por lo que me dirigí al cantón de reclutamiento para sacar el certificado correspondiente para tramitar mi título. Allí consulté que trámite venía, y me explicaron “como el próximo año ya no va a poder postergar el año subsiguiente será llamado, tiene que ver las listas de llamado y debe presentarse con su título, contrato de trabajo, libreta de matrimonio, o lo que corresponda y pasa a la reserva. Felicitaciones por convertirse en alguien útil para la patria”. Qué puedo decir, sólo sentí alivio.
Pasaron dos años y me llegó una carta del Ministerio de Defensa a la casa indicándome que debía presentarme en el Regimiento Maipú, en Valparaíso. Cuando llegué esa mañana de abril habría unas dos mil personas en el patio del regimiento. Una vez que estábamos algo ordenados se paró un militar sobre una mesa y con megáfono en mano indica “los estudiantes de enseñanza media, universitaria e institutos profesionales a este lado” indicando su izquierda; se movieron unos 800 tipos. Nuevamente el megáfono “las personas que estén procesadas por delitos a este lado” indicando su derecha; se movieron un centenar de personas (chitas que habían pungas en el patio). Se baja de la mesa y se retira.
Yo no lo podía creer, quedé en el grupo más numeroso, y llamaban de una mesa donde había cuatro milicos, lo que me indicaba que el “trámite” terminaría con suerte cerca de la medianoche. Como me había puesto a conversar con un muchacho que era ingeniero de la Santa María le propuse que juntáramos unas diez personas tituladas y que hiciéramos una fila aparte de todo el grupo, a riesgo de que nos castigaran o algo parecido, pero era la única alternativa para salir de eso temprano. Una vez que juntamos cerca de una docena de personas, todos titulados, hicimos la fila y nos separamos del grupo grande, y obviamente me pusieron al frente por creativo. No pasaron unos segundos cuando llegó un milico gritándome “quién los mandó a separarse del grupo”. Allí, rígido le indico que soy profesional, que estoy trabajando y que en mi trabajo me habían dado sólo la mañana para este trámite, por lo que si esperaba a que me atendieran podía quedar cesante. Asombrosamente al milico le cambia la cara, se pone amable y nos pregunta “¿son todos profesionales? … Sí indicamos en coro. ¿Tienen la carta que les llegó a la casa? … sí indicamos en coro nuevamente. Entonces nos pidió a cada uno la carta y procedió a anotar el título y la Universidad. Una vez que anotó la docena de cartas llamó a un clase, y le indica “acompañe a los caballeros a la puerta para que se retiren”, no lo podíamos creer. Antes de irme le pregunto “cómo lo hacemos para la formalización a lo que me responde “pase a su cantón correspondiente en unos dos meses más y allí retire su certificado de reserva”. Mientras caminábamos hacia la puerta nos gritaban “¡güeones apitutados!”, hasta que salimos del recinto. Afuera, nos matábamos de la risa porque nos resultó la táctica, era menos de las diez de la mañana, y quedamos desocupados.
Unos meses después pasé al cantón como me habían indicado, y para sorpresa mía no aparecía en el registro de dicho proceso, es decir, era como si no me hubiera presentado. Para colmo de males, el oficial me indica que yo ya tenía un llamado al cual no había asistido, por lo que con dos ausencias estaba en rebeldía y quedaría en calidad de remiso en agosto. Le cuento lo que había pasado y sucede el siguiente diálogo (M – Milico / Y – Yo):
M: deben haber extraviado los papeles.
Y: ¿entonces dónde debo ir para que me solucionen el problema?
M: ¿Estás viviendo en esta dirección?
Y: No, hace rato que vivo en otra ciudad.
M: Entonces dile a tu familia que si te va a buscar la Policía Militar que digan que te fuiste de la casa hace rato y que no saben donde vives.
Y: ¿Cómo se le ocurre que voy a estar en esa situación? ¿Arrancado!!? Si no he cometido falta! Alguien se tiene que hacer responsable. ¿Qué otra alternativa tengo?
M: Esperar a que salga una Ley de Amnistía y acogerte a ella.
Y: Ja ja ja. Con lo trabajadores que son los diputados, más encima dependo de esos vagos.
M: No le veo opción amigo.
Bueno, me fui, llamé a un amigo abogado quien me ratificó que lo mejor era acogerme a una Ley de Amnistía, y que éstas se promulgaban cada 3 o 4 años. A esperar no más.
¡Salió la Ley de Amnistía famosa! Me entero porque me llama mi amigo abogado, y luego lo leo en los diarios. Por fin ya no era un arrancado de la justicia (y militar más encima) por lo que podría arreglar esta situación. Asumí que estaba perdonado, y que mis papeles podría retirarlos cuando quisiera.
Años después, estaba postulando a un trabajo, y entre todos los papeles y exámenes que me pedían estaba el informe DICOM, el cual lo sacaban ellos. Cuando recibí el llamado de la empresa diciéndome que tenía problemas en DICOM no lo podía creer, le explico que jamás he tenido un problema de deudas o cheques, a lo cual me dice “Si no es problema económico, dice que tienes problemas con Justicia Militar”. Un muro cayó en mi cabeza. “ya, déjame arreglarlo y te llamo nuevamente” le digo con tranquilidad. ¿No había sido amnistiado? Era mi pregunta.
Fui a la Fiscalía Militar correspondiente, dentro de un regimiento, lo cual ya me intimidaba ya que la probabilidad de que me tomaran detenido y me dejaran en un calabozo a esta altura no podía medirla. Entro en un salón grande donde una mujer de actitud dura atiende público. Le cuento mi situación, por lo que va a buscar unos libros. Procede a abrir uno, lo hojea con parsimonia, hasta que me encuentra. Y sucede el siguiente diálogo (VF – Vieja fea / Y – YO):
VF: mmm, aquí lo encontré. Vé? Tiene un llamado al cual no se presentó en febrero.
Y: efectivamente no me enteré de ese llamado.
VF: aquí tiene otro llamado al cual no se presentó. Por eso se fue a la justicia militar.
Y: No, a ese llamado me presenté y me perdieron los papeles que presenté.
VF: mmm, pero aquí está el timbre de amnistía, o sea usted está amnistiado.
Y: entonces podría darme un certificado que estoy OK, ya que estoy postulando a un trabajo donde me piden este papel.
VF: mmm, déjeme ver completo el registro. (da vuelta la hoja del libro)
VF: ohhhh, que raro! Lo llamaron de nuevo al servicio?! Esto no debiera ser.
Y: Pero cómo pasa eso señora si ya estaba amnistiado?
VF: mmm, no debiera pasar, pero es evidente que lo llamaron de nuevo.
Y: ¿y cómo pudo pasar eso?
VF: a ver … mmm, ahh, ya sé, lo llamaron porque aún no cumplía 30 años.
Y: ppfff, ya, entonces como arreglamos esto. ¿Puede darme un certificado?
VF: noo, tiene que solicitar audiencia con el Fiscal, y luego se abre un proceso.
Y: ¿y eso no toma mucho tiempo?
VF: no tanto, ahora se demora 1 año, antes podía tomarse 2 o 3 años.
Y: ¡¿qué?! No, olvídelo, de hecho olvídese que estuve aquí.
Al irme de ese lugar sabía que había perdido el trabajo, así que llegué a casa y le conté esto a mi esposa. Había tranquilidad, y de hecho encontré otro trabajo un par de semanas después.
Al cabo de 3 o 4 años después vi en la TV como se anunciaba una Ley de Amnistía para los nacidos entre tal y cuales años, así que al día siguiente partí al cantón correspondiente, solicité el certificado de amnistía, luego me dieron el certificado de paso a reserva, salí del cantón, los fotocopié 10 veces cada uno, y plastifiqué los originales. Si me llamaron tres veces para hacer el servicio militar quién me garantiza que no quieran una cuarta.
Casablanca, en el cumpleaños de la Ximena.
Mi señora ya me había advertido con dos semanas de anticipación que no hiciera planes para el sábado porque su amiga del alma celebraría su cumpleaños en la parcela de su mamá, en Casablanca, por lo que haría un asado e invitaría a las compañeras de colegio y sus maridos. Para mi no era precisamente un panorama muy atractivo, pensando más aún que varias de sus "cuicas" compañeras se habían casado con otros cuicos, por lo que el ambiente me tincaba que no iba a ser de ramada.
Resignado iba manejando hacia el evento, cuando estamos llegando a la parcela y comienzo a estacionar se coloca frente a mi Suzuki Baleno sedán (harto uso y de aspecto esforzado) un Audi A8, un tanque, en realidad era un barco, y mientras nos bajamos con mi señora, sale la pareja que viene en ese auto. Ella cordial nos saluda con un gesto, él con cara de asco y desprecio nos pregunta "¿y ustedes también vienen al cumpleaños?", a lo que contestamos al unísono, con voz firme y orgullosa, "sí, también estamos invitados". El tipo se da media vuelta, miro a mi señora, y le digo "esto no va a funcionar" anticipando un asado funesto.
Nos recibe la anfitriona, le preguntamos quien es el güeón tan simpático que nos encontramos en la entrada, y nos dice que no lo ubica mucho, ella conoce a la señora de él, ya que vienen los fines de semana a las parcelas de Casablanca. Al rato estábamos conversando con el resto de la gente, todos muy simpáticos a decir verdad, obviamente los hombres al lado de la parrilla con distintas muestras de alcohol en las manos (vino, cervezas, pisco sour), y las mujeres – la mayoría ex compañeras de colegio – parloteando sin parar. El tipo del Audi no deja de hablar por su celular a unos 20 metros de la casa, no se acerca a nadie, sólo su señora le lleva cosas para comer, como una geisha, y él la trata más encima con cierta prepotencia y desidia por lo que alcanzamos a ver. La tarde pasa, el matrimonio del Audi se va, ella se despide elegantemente con un “adiós a todos”, él nunca se asomó al asado, a la mesa, ni cerca de la casa, sólo habló por celular y miró de lejos. El asado estuvo entretenido finalmente, y más de alguno preguntó “¿quién es ese güeón con cara de apestado?”.
Un par de meses después, leyendo un diario en el bus, leía acerca del caso Inverlink, el cual copaba las portadas y crónicas, ya que los coletazos fueron muy grandes. Entre esas noticias aparece una foto de un tipo el cual me resulta familiar, y al costado una entrevista a su mujer; se trataba de la esposa de Enzo Bertinelli, gerente general del Grupo Inverlink, donde declaraba entre otras cosas que la parcela de Casablanca es de su madre, y el Jeep es de ella, ya que su marido tenía un Audi. Ahí fue que me hizo sentido todo.
El tipo era un real bravucón, no logro imaginar que problemas estaría ese día de asado tratando de solucionar, o evitar, u olvidar. Pero sí me imagino yo de gendarme en Capuchinos, dándole la bienvenida a todos los estafadores de Inverlink, y al verlo a él, regalarle la mejor de mis sonrisas y decirle “¿a ti también te invitaron para acá?”. Las vueltas de la vida.
Maitencillo, algún día de diciembre/1990.
Era final de año en la Universidad, por lo tanto, tenía doble connotación para nosotros, ya que era el último mes de clases y se venían las vacaciones, pero a la vez era el mes más angustiante ya que sabríamos si habíamos aprobado los ramos suficientes como para pasar un verano tranquilo.
En nuestra promoción ya era un rito hacer un paseo a fin de año: habíamos estado en la Posa del Coipo (Olmué), Aguas Blancas (Maitencillo) y este año nos repetiríamos el plato en este último lugar, ya que cumplía con varios atributos como tener playa, ser un lugar poco frecuentando (privacidad), y podíamos llegar en bus. Es así como nos las emplumamos hasta Maitencillo, éramos una docena al menos para pasarla bien.
El día transcurrió tranquilo, nadar, cazar pulgas de mar, jugar paletas, tomar sol, y beber, beber, comer algo, y seguir bebiendo. Entrada la tarde algunas compañeras inteligentemente abandonaron el campamento y se tomaron un bus de regreso a Valparaíso. Quedamos unos 8 compañeros y sólo 2 mujeres. De los 8 compañeros éramos los mismos que habíamos estado en otras aventuras, y de las mujeres Karla estaba porque iba siempre con nosotros a todos los carretes (a pesar de no ser de nuestra promoción), y estaba Tamara, quien era una niña muy tranquila (quizás demasiado), hablaba poco y nada en clases, y a la vez era poco agraciada, característica que quizás llevó como peso durante su período universitario, ya que nadie bailaba con ella en las fiestas, menos pensar pololear o hacer algo similar con ella.
Y llega la noche. Estamos fuera de la carpa jugando al típico "un limón, medio limón, tres limones" el cual permite que quien se equivoque pueda beber sin sentimiento de culpa. Estábamos de lo mejor, obviamente todos ya nos habíamos equivocado al menos una vez para alcanzar a tomar algo, comenzamos a cagarnos de la risa, y a equivocarnos más a menudo obviamente.
En un momento Jano - fiel proveedor de elementos para la mente - saca su primer pito (porro, cigarrillo de marihuana) y como es su costumbre lo ofrece para quien quiera. Comenzamos a fumar este folclórico producto nacional, cuando noto que Tamara tiene cara de incómoda, tal vez asustada, y le comenta en voz baja a Karla "Karla, están fumando marihuana, nos van a violar", como estaba al lado mío, la escucho, la miro de frente, y le digo "nunca tanta cuea".
Unos copetes más, cigarrillos y otro pito, y luego a la carpa; unas tallas, codazos, rodillazos, y ya estamos alineados para dormir. No alcanzo a meditar mucho por mi media borrachera, sin embargo, lo único que me tenía con duda era si la exclamación de Tamara fue de miedo o de deseo.
Julio-2006. Viña del Mar.
Recuerdo que cuando era pequeño, entrando a la adolescencia, el único objeto realmente necesario de llevar para salir a algún lugar era el pañuelo; aún cuando no lo usara, siempre debía estar allí, en el bolsillo, planchado, limpio, ojalá algo perfumado - aunque fuera con la digna colonia inglesa - por si se ofrecía a alguna niña.
Pasados cerca de 25 años la realidad es muy distinta; ahora para salir debemos cargar un sinnúmero de objetos, algunos más útiles que otros, pero que se han hecho un lugar en nuestros hábitos diarios, en especial, si ya eres mayor de 30'. No por algo la venta de mochilas y bananos ha crecido en forma brutal los últimos 10 años (aún cuando se explica que de los escolares de hoy una gran mayoría optó por esta moda).
La billetera, objeto imprescindible donde ya no sólo van los billetes como antaño, sino que ahora son depósito de cerca de una docena de tarjetas; entre las tarjetas del banco (cajero y crédito), tarjeta de descuento de la farmacia, la del club de video, la de los juegos de video donde llevas a los niños, la tarjeta del supermercado, las tarjetas de las multitiendas (sumen 3), la de la Isapre, y sumen al menos 2 tarjetas inútiles (yo llevo la de la caja de compensación y una de Servipag que no he ocupado nunca). A estas agreguen el carné de identidad, la licencia de conducir, una tarjeta donde estén los datos para que llamen en caso que estés accidentado, un calendario, algunas tarjetas de presentación, tarjetas de presentación que te han entregado, un par de boletas, unas fotos familiares, y finalmente, los billetes. A esta altura podrán acordar conmigo que más que billetera es un libro lo que se echa uno al bolsillo, y por lo mismo los bolsillos de los pantalones se marcan a la segunda lavada, y las chaquetas quedan chuecas con tanto peso.
Agreguemos los objetos de utilidad, o necesidad, como lentes (al menos yo no salgo sin mis lentes de sol, aunque esté nublado), anteojos, peinetas, lápices, chequera (una billetera al fin de cuentas con más espacio y más voluminosa), un monedero, y nuestro fiel pañuelo de género, aún cuando algunos modernistas los han cambiado por los pañuelos desechables. El reloj, del cual sólo me separo para dormir, obviamente ya no es sólo la utilidad de ver la hora, sino que puede ser objeto de estatus, modernidad (puedes usar uno que toque .mp3), de dinamismo (aquellos que se usan para deportes extremos), o de cuidado para lo cual usas uno que te mida el ritmo cardiaco. Si eres fumador agrega espacio para la cajetilla, el encendedor y las pastillas de menta.
Finalmente, tenemos los objetos de modernidad, aquellos que han nacido con el pasar de los años y se han hecho espacio en nuestro cotidiano: el teléfono celular, indiscutido número uno de nuestros bolsillos o de colgar del cinturón, el cual se lleva en cientos de modelos, colores, tamaños, formas, y en cantidades, ya que no faltan aquellos que asumen que dos orejas son para dos celulares. Para aquellos que tienen mala memoria, o trabajan con información, es imprescindible el uso de una Palm o similar, las cuales además de buscar direcciones, teléfonos, cumpleaños, y la agenda, te permiten otros usos "necesarios" como el de linterna, reloj, calculadora, ver la hora en otra ciudad del mundo, o jugar solitario mientras esperas alguna cita.
¿Será por esto que se vende tanta mochila y bananos en Chile? ¿Será por esto que la ropa cada vez trae más bolsillos? ¿Será por esto que cada vez que vamos saliendo de la casa nos devolvemos a buscar algo que se nos olvidó? Yo reconozco que uso casi todo lo que he descrito, incluso subo mochila de vez en cuando al auto, pero si debo renunciar a todos los objetos y dejar sólo uno no lo pienso dos veces ... siempre habrá lugar para mi pañuelo, planchado y perfumado.
Santiago, Junio-2006.
Estoy a meses de cumplir 40 años, algo que en realidad me da un poco lo mismo, no me altera ni me afecta negativamente, sólo me da la posibilidad de realizar una buena fiesta junto a mi señora que cumple la misma edad 6 días antes que yo. La verdad, además, es que creo tener mis tareas al día y eso me da la tranquilidad de llegar a este "hito" mirando el pasado con general satisfacción, viviendo el presente con alegría, y esperando el futuro con esperanza. Sin embargo, cuando uno se comienza a acercar a los 40' comienza a encontrar lugares comunes con aquellas personas que están en lo mismo. Por esto es que cuando se llega a los 40' al menos te encuentras con algo como esto.
Los hijos. A esta altura es muy probable que ya tengas hijos, al menos uno, pero lo tienes. Y la nombradía de "padres" te da una tarjeta de equivalencia con cualquier generación cercana, lo que se refleja desde que uno se convierte en apoderado; da lo mismo que el del banco del lado sea 10 años menor o mayor, al final es padre y apoderado igual que uno.
La casa. Si no tienes casa propia, o al menos, no has hecho el cálculo serio de comprarte una, podrías pasar por un treintañero que está aún viviendo la vida. Llega un momento en que no puedes vivir con tus viejos, ya no puedes compartir departamento con tus amigos, que arrendar es tirar muchos billetes por la ventana, y te pones en plan de comprar lo que sea. Y llegar a tu sitio, donde colocas un clavo sin pedir permiso a nadie.
El trabajo. Es la actividad que rige el horario de tu vida, consume el grueso de tus horas despierto, define tu presencia, horas extras, y establece el alcance de tus placeres en términos económicos y de tiempo. A esta edad, una buena parte ya tiene definido su trabajo, no en términos de donde terminará trabajando (el modelo japonés se funó hace mucho tiempo) pero sí en que áreas es más fértil y en cuales definitivamente no trabajaría por nada del mundo.
Los problemas maritales. Si no has pasado la "comezón del 7mo año" al menos habrás tenido un par de problemas más serios que ponerse de acuerdo en qué almorzar. Ya no es el pololeo de antes, las exigencias son mayores, el tiempo es menor, y los recursos son más escasos. Por otra parte, cada vez te encuentras más gente a tu alrededor que está divorciada, que se está reconstruyendo, que está tratando de volver a vivir. Si alguien a los 40' nunca ha tenido una desaveniencia marital seria, que se preocupe de destapar la olla a tiempo para que no explote.
La música. Es el lugar común que te delata sin hablar. Cuando te pillan disfrutando con tus CDs de la Onda Disco (Barry White, Donna Summer, Kool & the Gang, Earth, Wind and Fire), The Police, pegado aún con The Wall, bailando Queen, Men At Work y Madonna, y recordando el tiempo que tenías para ver Magnetoscopio Musical y Más Música.
Cuando se reflejen en alguna de estas situaciones, cuando su entorno esté en estas mismas, sabrán que han llegado a esos famosos 40' años, donde te ríes cuando te acuerdas del pasado, y piensas más seriamente qué harás a futuro, y para esto no es necesario tener el calendario a mano.
Santiago, Mayo de 2006.
En un viaje reciente a Calama, donde participé en un seminario de TIC para la Minería, tuve la oportunidad de conocer a mucha gente de la industria, y obviamente, el intercambio de tarjetas de presentación fue en cantidades. Me vine con una veintena de tarjetas en mi billetera, las cuales al revisar con calma en el avión me di cuenta cuanto han cambiado con el tiempo.
A finales de los ochenta, debo haber recibido las primeras tarjetas de presentación, las cuales recuerdo llevaban además del nombre, cargo y logo de la empresa (datos que se mantienen invariables hasta hoy), la dirección postal, un teléfono de referencia, y en algunas ocasiones, la dirección de Telex y/o una casilla postal. El diseño de las mismas era muy básico, al igual que los materiales; no recuerdo tarjetas con aplicaciones en color, cartón especial, o sobrerelieves.
Hace unos años atrás, con la llegada de Internet, se incorporó al estándar de las tarjetas la dirección de correo electrónico de la persona (Ej., perico.perez@empresa.cl), y la dirección web de la empresa (Ej., www.pastelito.cl). Al mismo tiempo, fueron desapareciendo datos que aparecían antes, ya que con las nuevas tecnologías no tenían sentido como el Telex, el Beeper, y en algunos casos el detalle de las casillas postales.
Por otra parte, la masificación de la telefonía celular ha permitido que hoy en día todo el mundo coloque su número de teléfono celular en la tarjeta, incluso hay gente que sólo indica dicho número, y aquel que no lo tiene impreso, al menos ofrecerá escribírselo a mano por el reverso. Recuerdo cuando en la telefonía celular se pagaban las llamadas entrantes; hubiese sido mucha ostentación en ese tiempo haber colocado el celular en la tarjeta, al menos yo, sólo le daba en ese tiempo a mi familia directa y a mi polola. Hoy en día, y revisando con calma el medio millar de tarjetas de presentación que debo tener en la oficina, veo sin asombro que cada vez entregamos más coordenadas de contacto a través de nuestra tarjeta, si no me creen anoten:
- Nombre
- Cargo
- Empresa (Logo)
- Dirección Postal (desde la calle hasta el país)
- Teléfono Mesa Central
- Teléfono Directo
- Fax
- Celular
- Correo Electrónico
- Sitio web
En el futuro inmediato, debiera desaparecer el número de Fax, el cual en la actualidad ya es un medio electrónico, por lo tanto será reemplazado por un e-mail, y en segundo lugar, aparecerán nuevas coordenadas, como las direcciones de mensajería instantáneas como msn, yahoo, u otro (Ej., pericoperez@hotmail.com), y los diseños gráficos serán más innovadores y jugados, usando adecuadamente el color, los relieves, pudiendo incluso colocar fotografías. Además, con las nuevas exigencias que impone la globalización (estándares y certificaciones,) se terminará usando el reverso de la tarjeta para colocar los logos de los Partners, y el detalle de las certificaciones personales y empresariales.
Y si pensamos en el futuro a mediano plazo, es probable que ya no existan más las tarjetas de presentación, y éstas sólo estén presentes en los museos de la oficina, ya que los dispositivos móviles como PDA´s, Palm, e incluso teléfonos celulares, permiten ya la entrega de tarjetas de presentación electrónicas de un dispositivo a otro (hoy vía infrarrojo), pudiendo especificar en ellas los campos y datos que uno quiera. En el caso mío puse, además de mis números de teléfono, mi foto y mi fecha de cumpleaños, si alguien desea saludarme tendrá disponible al menos una decena de coordenadas para ubicarme.
Son pasadas las 6 de la mañana, subo al bus como todos los días para ir desde Viña del Mar a Santiago. Al poco andar se comienza a escuchar un ronquido que con el pasar de los minutos se comienza a transformar en una especie de rugido. No soporto más, y grito “¡déjense de roncar!”.
Me bajo en Metro Pajaritos, parece la entrada a un concierto de rock, cientos de personas peleando por pasar por los torniquetes: una señora de edad que no sabe donde se ingresa el ticket, un muchacho que lleva tantas mochilas abultadas como si fuera al Tibet de vacaciones, un señor que pasa la tarjeta y no tiene saldo suficiente, otra señora que no encuentra el ticket (supongo) y registra su cartera, sus bolsillos, y pone cara de víctima. Me harto de todos y les grito desde atrás “¡pasen de una vez por todas desgraciados!”, ni ápice de mayor agilidad y vuelvo a la carga “ya pos tropa de inútiles, muevan el traste”, y nadie se atreve a reclamar. El ruido del caminar endeble se aloja en mis oídos, es como si todos cojearan al caminar.
Para por fin el metro, tengo unas 20 personas rodeándome, esto se viene duro: “agghh, no me aprietes hijo de puta”, “chucha que estás apurada weona de mierda”, “me pisaste mis zapatos nuevos vieja culiá”. Por fin quedo pegado a la puerta trasera del vagón y nadie hace un mea culpa acerca de lo animales que fueron para entrar, algunos se arreglan la ropa, otros revisan sus pertenencias, pero nadie me dice o responde nada, sólo atinan a mirar el techo del vagón o el cartel de las estaciones, alienados, con el alma abducida, hechos unos zombies. El ruido del metro sobre los rieles es monótono, agresivo, y el viento contaminado que se cuela por las ventanillas sólo hace que el rugido del motor se vaya en asiento y asiento.
Pasan unos minutos y escucho por el parlante “Metro Los Héroes, lugar de combi…” ... Noooo!!! Si Pajaritos fue un desastre, esto se viene peor. Se abren las puertas, tratan de bajar unas tres personas desesperadas, cuando se arroja una “jauría” de personas, todos con cara de furia, de frustraciones periódicas, de “ahora sí que lo logro”. Y así no más fue: codazos para entrar, rodillazos para hacer espacio hacia delante, empujones y manotones por doquier. Si estaba antes algo apretado ahora es asfixiante, no soporto más y grito hacia la puerta “esperen el otro tren mierdas, no ven que está lleno, no cabe nadie más”, justo el conductor dice “comienza el cierre de puertas” y le grito hacia su cabina “no debiste abrir la puerta infeliz, como tú vas re cómodo”. Y nadie es capaz de enfrentarme, todos respiran hondo, miran el techo del vagón, miran su reloj, ponen cara de preocupados, de angustia, y nadie me responde. Y sigue el tacataca del vagón, más aún, el conductor hace sonar una bocina como si fuera un tren.
Metro Los Leones, me corro como puedo hacia la puerta: “córrete gil”, “saca tu bolso vieja fea”, “permiso por favor”, “¡permiso!”. Y nadie me dice nada, todos siguen su curso, su camino de zombies, nadie hace atino a contestarme. El ruido de los encontronazos lo siento en cada parte de mi cuerpo que recibo un golpe.
Ya en la calle compro cigarrillos en un boliche, y la persona que allí atiende sí me escucha. Allí me doy cuenta que todas las personas a las cuales hablé e insulté en mi recorrido iban con sus audífonos: los del walkman, los del personal CD, los del MP3 Player, los del celular, y quizás alguno de palo para escuchar sólo el silencio.
¡Todos van con audífonos! No quieren escuchar el ruido del vagón, los insultos del resto de los pasajeros, los alegatos, el ruido de los pasos, el viento que se cuela en los túneles, el respirar de los zombies que – como ellos mismos – sólo aspiran a escuchar su propio ruido en formato estéreo. Es ahí cuando comprendo porqué nadie interpela a nadie.
Ya son las 19:30 hrs. y voy camino a Viña del Mar, no llevo audífonos, lo que me permite escuchar el ruido del motor del bus que me anuncia la cercanía que tengo del ruido de las olas, del follaje de árboles añosos agitándose por el viento, de la llave como entra en la cerradura, y de cómo mis niños gritan “Hola papito, que bueno que llegaste”. No necesito audífonos, prefiero escuchar.
No es desconocido para nadie, o al menos impensable, que en la actualidad toda empresa tiene políticas definidas en distintos ámbitos: recursos humanos, contrataciones, tipo de inversiones, y aunque no sea presentable, sexo, política y religión de sus empleados.
Sin embargo, hay empresas que pretenden tener políticas que hagan gobernables y sustentables su modelo de negocio, realizando – al igual que lo hacían los gobiernos marxistas – mucha propaganda acerca de ellas mismas, usando frases hacia sus empleados como “lo bueno que somos contigo”, “que somos justos y solidarios en la escala de remuneraciones” y que “tenemos una red de protección y bienestar para tu familia”, entre otras auto alabanzas.
Por otra parte, este mismo tipo de empresas plantean la antipropaganda del resto de las empresas, una suerte de panfleteo, es decir, colocan en la mente de los empleados miedos y temores acerca de lo que puede ser su desempeño y bienestar personal en otro lado, usando ejemplos como “mira lo que le pasó a fulano que trabajaba aquí, se fue por más dinero, lo despidieron y lleva más de 6 meses sin trabajo”, o “supieron que en tal empresa despidieron a más de tantos empleados”, o “fui a tal empresa y los empleados no tienen café y sus espacios de trabajo son deplorables”. Obviamente cada una de estas afirmaciones puede ser cierta en su contexto, pero no pueden representar a una realidad tan diversa como el interior de todas las empresas existentes.
¿Qué logran con esto? Un adoctrinamiento político de sus empleados, quienes después de escuchar estos discursos de autoalabanzas y despliegues de temores no son capaces de vislumbrar otro modelo de organización, transformándose en un proletariado autocomplaciente, incapaz de concebir otras realidades, o al menos, descalificándolas de plano como una alternativa.
¿Quiénes son los más proclives a ser adoctrinados? Alumnos recién egresados de las universidades, quienes carecen obviamente de experiencia laboral en múltiples organizaciones, y al igual que en los partidos políticos, son receptores fértiles de las ideas y planteamientos de los jerarcas del modelo.
Sin perjuicio de que este tipo de empresas posean un modelo válido, ya que actúan dentro del marco de la ley y las buenas costumbres (generalmente), tienen como referentes modelos ya obsoletos; los regímenes marxistas. Éstos, a pesar de sus “bondades” (protección social, eliminación de clases sociales, aseguramiento de un bienestar básico en alimentación, salud y educación) desaparecieron porque no supieron comprender que al final el hombre es un ser que por esencia desea poseer más, y que está en su debido derecho el querer esto.
Así como desaparecieron los regímenes marxistas, así como es una interrogante que pasará en Cuba cuando ya no esté su jerarca 3 o 4 horas seguidas adoctrinando a su pueblo, la proyección en el tiempo de empresas que utilizan este modelo de adoctrinamiento también es mínima, ya que dependerán siempre de la inmadurez que mantengan sus jóvenes empleados, o bien, de la capacidad de vida de sus jerarcas, y ambos, a la luz de la razón, están lejos del alcance de la mano para manipularlos porque son parte estructural de la naturaleza.
Miami, en algún día de los años 90'.
En un seminario organizado por la empresa en que trabajaba, donde se juntaba personal de las filiales de distintos países de Latinoamérica, sucedió que en una noche decidieron salir de juerga un gran grupo de "sudacas" por las tierras del Tío Sam, hasta que llegaron a un local donde comieron y bebieron para luego darle a la conversa continental.
Allí estaban compañeros de empresa de Perú, Argentina, Brasil, México, Guatemala, Ecuador, Colombia y Chile. La conversación era muy diversa y dispersa, hasta que uno de los asistentes decidió poner un tema en la mesa; ¿Cuál es el país más culto de Latinoamérica? ...
Qué decir, algunos opinaban que eran los peruanos, otros que los colombianos, los argentinos obviamente no se quedaban atrás, entonces uno de los participantes propuso un método que definiría dicho concurso. El método sería que cada uno de los asistentes se sentará al lado de alguien de otro país, formando un círculo, por lo tanto, cada persona deberá decir "todo" lo que sabe acerca del país de la persona que tiene al lado, aquel representante que dijera más cosas definiría el país más culto de Latinoamérica.
Así sucedió entonces, todos se encontraban mezclándose hasta que quedaron definidas las posiciones, y como había dos personas por cada país, había dos chilenos defendiendo la honra de nuestra patria. Uno de ellos quedó al lado de un ecuatoriano, y el otro ... ¡¡al lado de uno de Guatemala!! ... agghhh. ¡Se viene difícil el concurso!
Comienza un argentino hablando de Brasil; "y che, bueno, Brasil limita al norte con Venezuela, al oeste con Colombia ... su capital es Brasilia, sus ciudades principales son Río de Janeiro, Sao Paulo, etc., etc., ...", 5 minutos de discurso. Así pasaba cada uno de los participantes, todos se veían parejos, sin embargo los dos argentinos tuvieron suerte, ya que uno quedó al lado de un brasileño, y el otro al lado de un chileno, por lo tanto, se mandaron un discurso de conocimientos bastante extenso. Se ve difícil remontar.
Comienza el primer chileno hablando de Ecuador; "ejem ... bueno, Ecuador limita con Perú al sur, con Colombia al norte y este, su capital es Quito, que está por sobre los 2000 msnm., por allí pasa la línea del Ecuador, tiene varios puertos ... mmm, uno se llama Guayaquil ... mmm, produce plátanos, y productos hortofrutícolas, y ... ahh, me acordé, tiene como atractivo turístico las Islas Galápagos, donde hay gran cantidad de tortugas e iguanas gigantes". Mal comienzo de Chile, apenas 2 minutos, y quedaba Chile v/s Guatemala. No se ven esperanzas de clasificar ni siquiera dentro de los tres primeros.
Siguen los otros participantes, no hay muchas diferencias entre uno y otro, sin embargo los argentinos están escapados. Los participantes llevaban cerca de 1 hora con los despliegues de conocimientos (además de algunas aberraciones limítrofes, y ciudades que no correspondían al país). ¡Se viene Chile nuevamente!
Se para nuestro representante, su compañero no le da más de 1 minuto para que diga todo lo que sabe de Guatemala. Y comienza la gesta heróica ... "Bueno, primero quiero decir que Guatemala es un país que está en América Central, su nombre oficial es República de Guatemala, limita al norte con México, al este con Belice y al sureste con Honduras, su capital es Ciudad de Guatemala, teniendo costa en el Oceáno Pacífico y el Mar Caribe. El país tiene una población aproximada a los 12 millones de habitantes, su moneda es el Quetzal, y tiene entre sus atractivos más importantes las ruinas mayas de Tikal, testimonio de la presencia de los Mayas en dichas tierras ... bla, bla, bla. Tiene una superficie total cercana a los 100.000 kms. cuadrados, siendo una nación pequeña en territorio, pero extensa en cultura. La bandera de Guatemala tiene 2 franjas azules y bla bla bla". ¡Buen comienzo de Chile! 3 minutos sin parar, pero ¿habría más? Los argentinos se veían confiados aún, el guatemalteco algo asombrado. Y Chile va por más.
"Además, Guatemala se caracteriza por tener aún población indígena ligada a la cultura maya, tanto así que se habla, además del español, otra docena de dialectos. Entre sus recursos Guatemala cuenta con petróleo, recursos forestales, y una minería enfocada en la explotación de Níquel. También está presente la industria del turismo, la explotación del caucho, y bla bla bla..., en su territorio se destacan otras ciudades como Santa Cruz del Quiché, San Marcos, San José, bla bla bla. Su lugar más alto es el volcán Tajumulco el cual supera los 4000 msnm.". En la cara de los presentes se dibujaba una risa nerviosa. ¡Grande Chile!
Nuestro representante llevaba cerca de 5 minutos sin parar, datos que entregaba eran corroborados por el resto de los presentes con el guatemalteco que estaba al lado del chileno. Los argentinos estaban en un gélido silencio, el resto sólo miraba al guatemalteco por si negaba algo de la información entregada por nuestro representante. El otro chileno presente, sólo miraba asombrado. Pero todavía quedaba el final, la gloria...
"Bueno, por otra parte, Guatemala fue sometida por el español Hernán Cortés, quien la conquistó en el siglo XVI, logrando su independencia en los comienzos del 1800, poco después que Chile. Su folclor es muy muy rico; tienen varias danzas como el del caballito, del diablo, bla bla bla, y dentro de los símbolos de Guatemala está la Marimba, como instrumento nacional que acompaña su folclore". Fueron cerca de 5 minutos más, incluso donde se dio lujo de mostrar como eran algunos de los bailes. Silencio sepulcral.
"Y bueno, para terminar, su héroe nacional es Tecun Uman, rey maya que peleó contra los conquistadores, y el himno nacional de Guatemala dice así ...". Se para el chileno, se lleva la mano al corazón y entona "Guatemala feliz!..... ya tus aras No ensangrienta feroz el verdugo; Ni hay cobardes que laman el yugo; Ni tiranos que escupan tu faz. ..." ... Se para el guatemalteco emocionado y abraza al chileno, se para el resto de los asistentes y felicitan al chileno. Los argentinos sólo atinan a comentar "este chilenito boludo se pasó, se lo sabe todo ...". El otro chileno aplaudía y gritaba "¡Viva Chile Mierda!". Todos acordaron que lejos, dado lo visto en el local, Chile era el país más culto de Latinoamérica.
Ya en el taxi de vuelta al hotel, sólo iban los dos chilenos, y al que le tocó primero pregunta al otro "Miguel, cuando te tocó Guatemala pensé que habíamos cagado, pero te pasaste güeón, te lo sabías todo, si te cantaste hasta el himno nacional, ¿cómo te sabías todo eso?". Miguel, mirando por la ventanilla del taxi, relajado y con cara de satisfacción le dice: "¿sabís lo que significa estudiar 8 años de Básica en la Escuela República de Guatemala?".
PS: Cuento basado en una historia real, al menos eso me contó Miguel.
Viña del Mar, octubre-2005.
Hace un tiempo releí un artículo del Washington Post donde se habla de la "soberbia" de los chilenos, producto que a pesar de ser un país pequeño, subdesarrollado, con altos índices de pobreza, y con mucho por hacer a futuro, el pasar un momento económico bueno, y más aún, contrastado con el rendimiento de los países vecinos, los convertía en seres déspotas, miradores en menos, demasiado "soberbios" según el periódico.
No deja de tener razón: cuando clasificamos a un mundial somos los mejores de Latino América y tenemos chance de llegar a la final; cuando se cumple la meta de la Teletón somos el pueblo más solidario del mundo; y cuando crecemos a un 6% es porque tenemos el mejor gobierno y las mejores autoridades. Pero detengámonos un momento, y veamos estos ejemplos desde otro punto de vista: cuando clasificamos a un mundial normalmente lo hacemos en un cuarto lugar, luego que otras selecciones no han tenido sus rendimientos acostumbrados; cuando llegamos a la meta final de la Teletón es después de haber sido sensibilizados con imágenes y testimonios por más de 24 horas seguidas, para desembolsar un par de lucas; y cuando crecemos al 6% es porque otros países que crecen a mejores tasas que nosotros necesitan nuestro cobre para sus industrias, nuestra fruta y salmón para alimentarse y nuestros vinos para agazajarse.
No quiero decir con esto que seamos, al revés, un país donde seamos los más malos del mundo en deportes, que seamos fríos, displicentes y altaneros ante el que tiene poco o nada, o que nuestras autoridades son afortunadas o desafortunadas según el ciclo económico que les tocó gobernar. Pero sí que concordemos en una mirada equilibrada. Somos consecuencia de nuestra historia, aislamiento geográfico, nuestros recursos naturales, nuestro modelo educativo, y nuestra raza, entre muchos otros factores. Por lo mismo tenemos de todo un poco y carecemos igualmente de muchos atributos.
Cuando hagamos la inversión necesaria en infraestructura deportiva de calidad "al alcance de todos", cuando seamos capaces de dar sin esperar aplausos, nada a cambio y "en forma anónima", y cuando nuestras autoridades se pronuncien respecto a su labor como "su trabajo" y no como "su gran esfuerzo", estaremos un paso más adelante en la lucha para derrotar a la soberbia, esa pésima característica que siempre nos permite encontrarnos precioso el ombligo y no ver que aún tenemos los pies en el barro.