29 diciembre 2007

Cuento: La Condesa de Contulmo (1ra parte).


El poder de la realeza, la fuerza de lo real.

La historia que voy a contar comienza en Calebu, un pequeño pueblo de 500 habitantes en la comuna de Contulmo, Provincia de Arauco de la Región del Bío Bío, en la década del 70, cuando nace allí la Condesa de Contulmo. El poblado se ubica entre dos grandes lagos: Lago Lanalhue y el Lago Lleu Lleu (considerado el lago más puro de Latinoamérica).

En dicha localidad y época, la electricidad no era ni anhelo para sus habitantes, ya que no había esperanza alguna de que se pudiera llegar hasta dicha comuna con este básico recurso, por esto sus habitantes aprovechaban todo halo de luz para realizar sus actividades, y al llegar la noche sólo las lámparas de petróleo iluminaban afanosamente el extenso campo. La actividad cada día para la Condesa de Contulmo comienza con el cantar de los gallos, luego ayudar en las labores de campo, ir a la escuela local, hacer sus tareas, alimentar a los animales, para cesar al atardecer. No hay televisión que ver, no hay cuento que leer, sólo las estrellas son su compañía cada noche y el dormirse temprano es una actividad obligada.

La Condesa durante su infancia fue una chica más de campo; jugaba en las chacras, corría y se escondía por los cerros, nadaba en el lago, cuidaba a sus hermanos menores, y ayudaba a sus padres en las labores hogareñas. En dichos tiempos, la Condesa de Contulmo se debía bañar con agua de pozo, no había agua potable, por lo que toda el agua debía ser extraída desde ese hoyo profundo y ser debidamente cocida para no morir de tifus o diarrea. De hecho la Condesa no tuvo enfermedades en dichos tiempos ¿Habrá sido suerte? ¿O que sus padres fueron tan metódicos? ¿O tal vez que el destino la necesitaba sana para lo que venía?

Sus padres la ingresaron 1 año en el internado de Contulmo, en el pueblo más cercano (¿existe acaso alguna princesa de la realeza que no haya estado internada?), ya que en Calebu sólo había hasta 7mo básico. Allí cursó sus primeros encuentros con plebeyos. Luego se fue a Santiago
, donde vivían dos hermanas mayores, a estudiar la enseñanza media; 1 año vivía con una hermana y al año siguiente con la otra. El 1ro medio lo hizo viviendo junto a una de sus hermanas la cual tenía 3 hijos y estaba casada con 1 carabinero. Allí por el 88’ vivió en un departamento fiscal donde iban a apedrearlos por ser "casa de los pacos". Allí nace su despertar político, donde comienza a conocer la verdad. El colegio donde estudiaba quedaba en La Legua, donde el ambiente de pobreza, dignidad y revolución comenzó a forjar en su corazón un compromiso social que iría creciendo con el tiempo. Venía de la real pobreza y se comenzaba a encontrar con la realidad de su pueblo.

Del colegio sólo se permitía estudiar, no salía con sus compañeros, su obligación era aprovechar la única oportunidad que tendría, y así lo hacía. Era de las primeras del curso, de los mejores rendimientos, de los mejores comportamientos, como los de la realeza de antaño ¿Alguien conoció acaso a una Condesa porra o fiestera?, en esa época no se hablaba aún de la Princesa Carolina ni menos de su hermana). Fue al final la mejor de todos. Sin embargo, quería estudiar algo corto que le permitiera tener independencia económica para vivir sola.

La monja superiora del colegio la ayudó para que le consiguieran media beca en un instituto, el resto lo aportaba una de las hermanas de la Condesa. Al tiempo, y por motivaciones desconocidas, la Condesa fue expulsada de la casa de su hermana, lo que derivó en que debió buscarse un alojamiento, y por otro lado, que debió trabajar para costear la mitad de la beca. Su vida hasta ahora no se distanciaba mucho de lo que pasaba con la realeza en Europa, la cual también caía a veces en desgracia, era expulsada de sus palacios por alguien de su familia, y debían realizar trabajos destinados a la plebe. La acogió en su casa una amiga quien hacía las veces de chaperona; esta amiga era su confidente, su conexión al mundo real, y la madre de ésta comenzó a sentir de a poco cariño y respeto por la Condesa.

La Condesa tuvo que buscar otro trabajo para ayudarse, y la suerte le jugó una doble pasada de buena y mala suerte; encontró trabajo en la consulta de un ginecólogo, quien era vecino de su amiga chaperona.
Ella ordenaba las fichas del ginecólogo y tomaba las horas de los pacientes. Una vez el doctor le ofreció examinarla, y fue allí cuando se inicia la mayor desgracia y lucha que da la Condesa; el médico una vez que la examina y hace varios exámenes le informa que nunca podría ser madre. A los 18 años otra cicatriz caía sobre el cuerpo de la Condesa, no podría dejar descendencia de su linaje en la tierra.

Así es, la Condesa era apenas una adolescente de 18 años y ya había dejado sus tierras, había sido desterrada por parte de su familia, acogida en casa extraña, trabajado para pagarse sus estudios, y un médico dictaba sobre ella el diagnóstico que cambiaría su vida para siempre.

Continuará…

24 noviembre 2007

Cuento: Tú auto lo amas o lo odias: tres cuentos de amor y odio con el mismo móvil (cuento 3 de 3).


Hay que deshacerse de la maldición a cualquier precio.

Cuando llevé el auto por primera vez a una mantención, al abrir el mecánico el capó miró con asombro y soltó un “chucha, media cagada”. Yo aún no sabiendo nada de mecánica veía todas las piezas en su lugar, o al menos, un montón de piezas con una distribución ordenada en ese espacio. Sin embargo, al consultarle al mecánico qué pasaba me indica que es obvio que el auto había tenido un choque muy grande, frontal, y que las huellas estaban a la vista. Comienza a mostrarme todas las partes que se habían hecho de nuevo, y al finalizar su muestra me queda claro que la parte delantera del nipón se la habían confeccionado de cero, es decir, había tenido el manso tortazo, y tendría que lidiar con ello cuando quisiera venderlo.

Bueno, así no más fue; cada vez que alguien se interesaba en el auto (y que no eran muchos ciertamente) habría el capó para pegarle una mirada al motor, y se daban cuenta de inmediato que había tenido un choque grande. Para colmo, como era un auto antiguo no había mucho interés. Algo tenía que hacer al respecto.

Un día me encontraba en División Andina de Codelco, en una de sus plantas, y estando en una oficina escucho lo que decía una persona a otra; “mira, tengo este fajo para comprarme el Fito, un millón doscientos mil pesos, ya lo tengo visto así que espero esta semana concretar e irme de vacaciones con el”. Ante tamaña oportunidad no me quedó otra que reaccionar y echar a correr todo mi expertise en ventas. Pregunté el nombre de la persona y me informan que le dicen el Cazsely. Fui a la oficina donde se encontraba y le dije:

Yo: “Hola, soy Gonzalo Galleguillos, estaba en la oficina del lado y no pude dejar de escuchar lo que comentabas acerca de comprar un auto. ¿Qué auto estás buscando?”.
Cazsely: “Hola. Estoy cotizando un Fito (Fiat 147), ya que tengo $1.200.000.- y no tengo más”.
Yo: “Pero dime, ¿cuántas personas son en tu familia?”.
Cazsely: “Somos 4, mi señora y 2 hijos adolescentes”.
Yo: “Ahh, o sea necesitas espacio, sobretodo para viajes, cada uno 1 bolso, significa que necesitarás un auto con buena maleta. ¿No has pensado por ejemplo en un Datsun Bluebird?”.
Cazsely: “Nooo, ese sale mucha más plata, y no quiero endeudarme”.
Yo: “No creas que cuesta tanto más. Yo estoy vendiendo el mío, y estaría dispuesto a liquidarlo en $1.400.000.- para ti.”.
Cazsely: “No gracias, si no tengo la diferencia”.
Yo: “Mira, no hablemos de dinero aún, primero prueba el auto y la diferencia de estar en un fito”. (Cabe señalar que era jueves, víspera de un fin de semana largo).
Cazsely: “¿Y tienes el auto acá?”.
Yo: “Sí, pero como el auto está a toda prueba, te lo paso todo el fin de semana largo, está con estanque lleno, llévatelo de viaje de modo que lo pruebes tú y veas si le gusta a tu familia”.
Cazsely: “¿En serio?”.
Yo: “Claro, si vas a comprar un auto para ti y tu familia todos deben conocerlo y gustarle. Te aseguro que este auto les encantará, y mucho más que el Fito que hablabas”.
Cazsely: “Ya pos, probémoslo entonces”.

Una vez que entrego llaves, documentos y recomendaciones finales, el posible comprador se lleva el auto. Ese fin de semana sólo pensaba en que el auto no fallara (aún cuando nunca fue panero), de modo que el lunes pudiera cerrar el trato.

Llega el lunes y voy en búsqueda del Cazsely. Lo veo y le pregunto sobre el auto, qué le pareció. Me dice que lo encontró espectacular, grande, bonito, suave, que a la “iñora” le encantó, y que los cabros chicos lo encontraron súper bueno. Se había enamorado del auto. Así que era hora de ponerse de acuerdo en el precio. El tenía $1.200.000 y yo quería $1.400.000, así que le propuse un acuerdo salomónico, que cerráramos en $1.300.000.-, pero como el no tenía más efectivo y no quería endeudarse, le propuse (dado que ya me habían pasado el dato que tenía una disquerías en Los Andes) que la diferencia me la diera en música. Trato hecho.

Pasaron unos meses desde que me había despedido del Nipón, y me encuentro con el Cazsely, le pregunto como estaba y me dice que espectacular; que al “bramador” le compró radio nueva, neumáticos nuevos, y que lo estaba adornando de lo lindo (debe haber sido de las primeras enchuladas de la época). Que bien le digo.

Al tiempo me lo encuentro nuevamente, y al preguntarle por el “bramador” me dice que se lo robaron. Nooo!!! Exclamé. ¿Pero como? Se lo habían robado de la puerta de su casa y llevaba 2 meses desaparecido. Ya no tenía esperanza de encontrarlo y más encima no le tenía seguro. Me pregunta si a mí me lo habían robado alguna vez. Nooo!!! Nunca (qué sacaría diciéndole que el auto tenía un currículum serio como vehículo robado).

Supe tiempo después que el Cazsely identificó lo que quedaba del auto cuando mostraron en las noticias la captura de una banda que robaba vehículos y los desarmaba para venderlos por parte. Así es, identificó lo que quedaba del chasis y algo de la carrocería gris plata. Allí estaba el Nipón, encontrado como quien encuentra la tumba de un faraón profanada, con la momia en su interior, listo para aplicar su maldición nuevamente a quien se atreva a poseerlo.

28 octubre 2007

Cuento: Tú auto lo amas o lo odias: tres cuentos de amor y odio con el mismo móvil (cuento 2 de 3).


La maldición de Tu Tan Robando. Cuatro robos seguidos ¿Cómo tanta mala suerte?

El auto había probado ser mecánicamente bueno, y no sólo para las manos y pies del huaso bruto que me llo vendió, sino que para este neófito del automovilismo urbano, quien por primera vez tenía su movilización propia. Viajé al sur, incluso hasta los inicios de la carretera austral, al norte hasta Pichidangui, y los trayectos entre Los Andes y Viña del Mar eran periódicos, al menos 2 veces por semana.

El “bluebird”, o el “Nipón” como le decíamos de cariño nos llevaba en su espacio y ruido a fiestas, camping, playa, campo, al trabajo, a la casa, etc., etc. En uno de estos trayectos fue que se manifestó la maldición por primera vez; era 1 de enero del 95’, y fuimos a saludar a la polola de mi hermano, dejamos el auto fuera del pasaje, en pleno 5 Oriente en Viña del Mar, ya que estaríamos sólo unos minutos allí. Al salir después de 2 horas me pareció raro no ver el auto, pensé incluso que lo había estacionado más lejos que donde se supone que estaba. Si no fuera por mi hermano que con su exclamación “¡nos robaron el auto weón!” (primer robo) me hizo recién asimilar la realidad que estábamos a pie nuevamente, y que el paradero del Nipón era absolutamente desconocida. Sólo había quedado el alambre con el cual abrieron la puerta del auto, nada más.

Nos fuimos caminando hasta la comisaría a poner la denuncia, hicimos el papeleo de rutina, y ahora sólo a esperar que apareciera. No tenía seguro para el auto, sólo tenía cariño por el. Después de cinco días andando en micro, un llamado de los carabineros a la casa nos alertó que había novedades, sí, era por fin, me informaban que el Nipón había aparecido, que estaba en buenas condiciones, pero que tendría que ir al juzgado y luego podría retirarlo del patio de vehículos encargados. El sargento que me hace entrega del Nipón me recomienda que le saque un seguro, ya que había tenido demasiada suerte, el auto lo carretearon 5 días, y no lo habían desmantelado ni chocado, es decir, la había sacado demasiado barata.

Sólo habían pasado 4 meses desde ese desdichado evento, y el Nipón nos había llevado hasta una fiesta en el cerro Polanco, a unas pocas cuadras de la iglesia de San Francisco, a cuadras de la comisaría del sector. Mi auto quedó entre dos autos de amigos, los cuales eran bastantes más modernos que el mío, y contaban con alarmas, el mío sólo contaba con un seguro contra robo que no se veía a simple vista. Esa noche de fines de abril era lluviosa y fría, y cuando salimos de la casa de Christian no fue menor mi sorpresa cuando vi entre los autos de mis amigos un espacio similar al tamaño del Nipón; ¡me habían robado nuevamente el auto! (segundo robo).

Ahora estaba preparado, tenía el seguro contra robo, y sólo debía esperar que el auto no apareciera más, así me pagarían el valor de ese tarro y podría comprar otro más decente (y más seguro). Llamo por teléfono a carabineros para hacer la denuncia, y cuando me preguntan por la patente me piden que la repita, la repito, y al instante me informan que el auto lo habían encontrado (se esfumó mi posibilidad de hacer dinero fácil). No conforme con eso me preguntan si tengo a algún amigo con grúa (¿?), ya que el auto lo dejaron botado en la ladera de un cerro y se estaba desbarrancando sobre una casa. ¡Noooo! Me insiste si acaso tengo con quien conseguirme una grúa, y le reitero que no conozco a nadie con grúa. Quiero ir a ver ahora mi auto, pero el carabinero me indica que está en un lugar muy peligroso, cerca del Chalet Picante, cerca de Plaza Echaurren, en pleno barrio puerto hacia los cerros. Sólo me recomienda que lo pase a ver al día siguiente, con luz día, que habría un carabinero de punto fijo así que no me hiciera problema, pero que llegara temprano.

Al día siguiente (domingo) me levanté de madrugada, me eché $7.000 pesos al bolsillo en efectivo, y me fui sólo con mi carné de identidad. La micro me deja en Av. Argentina y allí tomo un taxi hasta el Chalet Picante. Me espera efectivamente en un desplayo de tierra un carabinero que me es cara familiar, me cuenta los hechos, y me indica que me tengo que arreglar con el tipo de la grúa (aquí viene el tercer robo). Saludo al tipo de la grúa, y se da el siguiente diálogo:

Yo: “Buenos días.”
Tipo de la grúa: “Buenos días ¿es suyo el auto?”
Yo: “Sí, es mío.”
Tipo de la grúa: “Chiss, ¿vio donde se podía caer?. Le salvé el auto.”
Yo: “Mmm, que bueno. Me dice el carabinero que me tengo que arreglar con Usted.”
Tipo de la grúa: “Si pos. Si estoy desde las 3 de la mañana salvándole el auto, mire como estoy de mojado.”
Yo: “¿Y a Usted quien lo llamó?”
Tipo de la grúa: “Cuando hay este tipo de procedimientos me llama carabineros.”
Yo: “Ya. ¿Y cuánto me va a salir la gracia?”
Tipo de la grúa: “Bueno, saque la cuenta. Estoy mojándome desde las 3 de la mañana y le salvé el auto, porque el auto es suyo ¿no es cierto?”
Yo: “Sí, claro que el auto es mío, pero como yo no lo llamé quiero saber cuánto me va a cobrar.”
Tipo de la grúa: “Súbase a la grúa no más, si igual hay que remolcar el auto hasta el patio de vehículos. Una vez que se arregle conmigo yo le doy un papel que lo autoriza a retirar el auto.”

Me acerco nuevamente al carabinero para consultarle cual es el procedimiento y me indica que una vez que me arregle con el dueño de la grúa puedo pasar al patio para retirar el auto. Me despido y se da el siguiente diálogo:

Carabinero: “Me es cara conocida usted.”
Yo: “Puede ser, a mi me robaron este auto el 1 de enero, y creo que me atendió Usted cuando lo encontraron.”
Carabinero: “chisss, ¿y en qué está que no vende este auto? Si este auto ya está yetado.”
Yo: “En eso estoy, pero no he podido venderlo. Bueno, gracias por lo realizado, me voy con el tipo de la grúa para arreglar el tema del costo.”

Me subo a la grúa, y le ofrezco 2 mil pesos, y el tipo sólo atina a soltar una carcajada. A los segundos nuevamente me pregunta si yo me compré el auto. Le ofrezco 5 mil pesos, y su cara se comienza a desdibujar, como entendiendo que yo no estaba bromeando y que estaba haciendo una oferta en serio.

Yo: “Ya, le ofrezco todo lo que ando trayendo, 7 mil pesos, las monedas las necesito para la micro”
Tipo de la grúa: “Ta’ loco, si estuve toda la noche. Esto le va a salir 70 mil pesos.” (tercer robo)
Yo: “¡Quéeeeeeeeeeee! ¿Cómo se le ocurre que le voy a pagar esa suma? Ni cagando.”
Tipo de la grúa: “Bueno, eso es lo que sale. Y si no me paga no puede sacar el auto del patio.”
Yo: “Bueno. Voy a hablar con los carabineros porque esto es un asalto. Yo no lo llamé, y lo que me cobra es un robo.”
Tipo de la grúa: “Bueno, cuando lleguemos converse con ellos.”

Llegamos al lugar donde dejan los autos encargados por robo u otros motivos, y para sorpresa mía me doy cuenta que la oficina del tipo de la grúa estaba en un container dentro del patio de vehículos, es decir, era “socio” de los carabineros. Veo que todo está en mi contra así que me pongo en modo negociador.

Yo: “Ya. ¿Cómo podemos arreglar esto? ¿Cuotas, una rebaja?“
Tipo de la grúa: "No, no hago rebajas ni doy cuotas."
Yo: "Estamos cagados entonces."
Tipo de la grúa: “¿Tiene algún seguro para el auto?”
Yo: “Sí, pero tengo el más rasca de los seguros; contra pérdida total y daños a terceros.”
Tipo de la grúa: “Ahí tamos listos.”
Yo: “¿Cómo?”
Tipo de la grúa: “Claro, el seguro paga, no ve que le salvé el auto de una pérdida total, y si cae arriba de la casa hubiesen tenido que pagar esos daños también. Pase a buscar el lunes el parte de carabineros, lo vamos a tener listo, y acuérdese que le van a pagar. El liquidador al comienzo le va a poner problemas, así que póngase duro no más, y verá que le paga.”
Yo: “¿Seguro?”
Tipo de la grúa: “Claro, si ya hemos arreglado antes con los seguros.”
Yo: “¿Y ahí quedaríamos saldados entre nosotros?”
Tipo de la grúa: “Claro, si para eso están los seguros, para que Usted no pague.”

Fui el lunes a buscar el parte y me lo entregaron con lujo de detalles tal como me había indicado el tipo, en la tarde pasé a la aseguradora e hice lo que me recomendó, y pasó lo que él predijo. Me puse duro unos minutos, y el liquidador me dice que le diga al tipo de la grúa que mande la factura no más a la aseguradora, que ellos se harían cargo.

Salí contento de allí, al final de cuentas no tendría que pagar lo que me estaba pidiendo el sinvergüenza de la grúa, sin embargo, me quedó la sensación que en ese trámite había algo más que turbio (cuarto robo) y yo había sido algo más que un cómplice. La maldición de Tu Tan Robando me había alcanzado con todas sus garras.

01 octubre 2007

Cuento: Tú auto lo amas o lo odias: tres cuentos de amor y odio con el mismo móvil. (Cuento 1 de 3)


El inicio. Todo comenzó rechinando los neumáticos.

Era finales del año 1992, llevaba casi 1 año trabajando en mi primera pega, y ya tenía ahorrado algo para cumplir el sueño de todo profesional joven, tener la independencia de movilización, podía comprarme un auto. La verdad es que no sabía que auto me compraría, ni siquiera tenía licencia de conducir.

Me puse a buscar en los diarios, en ese tiempo vivía en Los Andes, y la oferta no era mucha. Un día caminando por el centro de la ciudad ví un Datsun BlueBird gris plata, 4 puertas, año 81, y me recordó el auto que tenía el papá de unas amigas de infancia que nos llevaba a la playa en el mismo modelo. ¡Ese es el auto! Ubiqué al dueño y salimos a probarlo, para lo cual me acompañó un amigo que sabía tanto de autos como yo de bombas atómicas, nada.

Nos subimos al vehículo, el dueño me pasa las llaves, lo enciendo, lo acelero un poco sin moverlo, lo miro por dentro, su tapiz, el tablero, el exterior a través de los vidrios. Me parecía un sueño. El dueño, un tipo de trato campechano y bonachón, me dice que vayamos a dar una vuelta para probarlo. Acepto, pongo 1ra y nos movemos por el centro de la ciudad, pongo 2da, y avanzamos sin ninguna dirección fija, alcanzo a poner 3ra y ya un disco Pare me indica que debo comenzar todo de nuevo. Se repite la misma secuencia varias cuadras, mientras me doy cuenta que el dueño me mira de reojo como tramando algo. Me dice, tome esa calle y vayamos para el camino internacional, el que va para Mendoza.

Al llegar a la salida de la ciudad se desarrolla la siguiente conversación:

Huaso: “¿Es primera vez que prueba un auto?”
Yo: “Sí”
Huaso: “Se nota, porque como lo mueve todos los autos funcionan. Para probar un auto debe exigirlo. Córrase que yo le voy a mostrar como se prueba un auto.”
Yo: “Ya pos.” (el auto queda detenido sólo con freno de mano)
Huaso: “Mire, lo primero que debe probar si el auto tiene buena salida.” Bbrrrrroooooommmmm. Aceleró a fondo el auto, como queriendo hundir el pedal hasta el motor mismo.
Yo: "Guau."
Huaso: "¡Ve! El auto tiene que salir con fuerza, sentir que tiene motor." (a esa altura el auto estaba alcanzando los 100 kms/Hr)
Yo: "Mire, se siente bien. "
Huaso: “¡Ahora debe probar que los frenos funcionan!” Y no alcancé a preguntar nada cuando hundió su pie en el pedal del freno hasta dejarlo pegado al piso del auto. Por suerte me había puesto el cinturón, y mi amigo, que terminó entre medio de los asientos, se dispuso a ponerse el suyo.
Huaso: “¡Ve! Un auto a 40 km/Hr frena siempre. Tiene que probarlo así, cuando va rápido, para probar que los frenos están buenos.”
Yo: Glupp. (Sólo atiné a mirar por el espejo como parte de los neumáticos se quedaron en el pavimento a través de unas largas franjas negras)
Huaso: (con los ojos ya medios desorbitados) “Ahora tiene que probar que la dirección esté buena”. Aceleró hasta cerca de los 80 kms/Hr nuevamente y comenzó a girar el volante con una mano de un lado a otro en forma frenética. El auto se balanceaba de un extremo a otro de la carretera, yo sólo atinaba a sujetarme lo mejor posible a mi asiento mientras el huaso disfrutaba la cara de espanto que llevábamos.
Yo: “Se ve que está impecable el auto”.
Huaso: “Espere, ahora debemos probar que el auto no se carga, que esté bien balanceado”. Y procedió a dejar el auto con un costado en la calzada y el otro sobre la berma de tierra, y ¡soltó el volante a unos 80 kms/Hr! “Ve, el auto no se puede ir para ningún lado”.
Yo: “Ya! Me convenció. Se ve que el auto está a toda prueba. Se lo compro.”

Llegamos a Los Andes no sin antes que el huaso acelerara el auto a unos 130 Kms/Hr., manejando con la ventanilla abajo, con un brazo sobre la puerta y conduciendo con la mano derecha, como en señal de satisfacción, como si la tarea estuviese realizada.

Nos bajamos aún tiritando por los nervios de la experiencia con el huaso desquiciado. Le digo que nos juntemos al día siguiente en la Notaría para formalizar la compra. Nos despide con un “chao lolitos“. Al menos, me quedaría con un auto que funcionaba perfectamente, a toda prueba, y no debería tener problemas en el futuro. Eso es lo que ingenuamente pensaba. (continuará en el 2do cuento).

26 agosto 2007

Crónica: Muerte a los 40 años.


Agosto, 2007
La muerte como tal tiene múltiples significados dependiendo de la cultura (India, China, Occidental, etc.), sin embargo, podemos aceptar que en rigor la muerte es un cambio. Así es, pasamos de un estado viviente a un estatus misterioso aún, para algunos a la vida eterna, para otros a una reencarnación, para algunos simplemente a la oscuridad. De hecho, en el Tarot la carta de la muerte también significa “cambio”, cambiar de trabajo, migrar de ciudad, o cambiar de actitud.

A los 40 años es significativo que vivimos una especie de muerte, ya que sepultamos esa etapa maravillosa del “adulto joven” donde se nos permite aventurarnos a realizar actividades que en la “adultez madura” no son concebidas. Por ejemplo, pensamos en el carrete con tanta anticipación como para llenar nuestra agenda debidamente, mientras que en la adultez pensamos como asegurar el bienestar de nuestros hijos, el presupuesto de gastos para la casa, y todo lo que conlleva tener familia.

Durante agosto de este año, Patricio Leiva – el Pato – amigo y compañero de Universidad murió de un fulminante ataque al corazón. Había cumplido 40 años en abril. El Pato estaba en etapa de cambio; estaba terminando su segunda carrera, Ingeniería Civil Industrial, estaba realizando clases en la Universidad Arturo Prat además de su trabajo en ITI, y se encontraba ya consolidando su vida en el norte de nuestro país. No cabe duda que el cambio en este caso no sólo fue para el Pato, si no que para quienes lo rodeaban; una esposa no tendrá a su compañero, tres hijas no tendrán a su padre, no habrá un hijo, un hermano, un tío, y para muchos no habrá ya un colega, un compañero de trabajo, un profesor, un compañero de Universidad, un amigo. El cambio que produce la muerte se manifiesta abiertamente en nuestro entorno.

La muerte ya evidenciada en nuestras vidas puede ser tomada de múltiples formas también; con pena, dolor, desconsuelo y sorpresa normalmente, para otros como la posibilidad de pasar a un estado superior, para algunos simplemente la manifestación de la vida, así es, la vida que nos muestra en forma descarnada que somos efímeros, que tenemos comienzo y fin, que estamos de paso, que somos frágiles. La muerte del Pato, en mi caso, me dejó un mensaje – tal como lo hacía el Pato en la Universidad, en los años duros de la dictadura – que debe movernos a la acción; el mensaje del Pato fue cuídense, háganse un chequeo médico, aseguren a sus familias, preocúpense de lo importante, no nos quedemos pegados en trivialidades.

Gracias Pato por estremecernos con tu accionar nuevamente - tal como lo hacías en la Universidad -, por mostrarnos la verdad de la muerte, que está ahí, detrás de la puerta esperándonos, que somos frágiles, que a los 40 años el cambio es sí o sí, que puede ser tan radical como desaparecer de este mundo, pero que podemos y debemos prepararnos. "Compañero Patricio Leiva, ¡Presente!, ¡Ahora y siempre!.

29 julio 2007

Cuento: Dónde no dormir la mona.


Cuando una persona ha pasado su estado límite de conciencia producto del alcohol se le despiertan los demonios o los ángeles, y termina siendo alguno de los característicos curados de nuestra fauna nacional: el odioso, el meloso, el retraído, el cantante, el momia, el danzarín, el tímido, el aguja, en fin, todas aquellas personalidades que hemos visto en fiestas, fondas, y reuniones varias.

Yo debo reconocer que mis ángeles y demonios salen con tanto sueño que lo único que puedo pensar cuando el alcohol ha sido demasiado es en dormir. Y no importa donde ni en que momento, simplemente cuando me baja el sueño es un palo que me dan en la cabeza, duro 1 minuto donde alcanzo a determinar qué será el lecho, y buenas noches los pastores. He aquí tres ejemplos:

Estábamos en Aguas Blancas, cerca de Maitencillo, y la fiesta se había convertido en un rito tribal, con compañeros saltando sobre la fogata, pasándonos la botella de uno a otro, y una vez que se “me iba a apagar la luz” alcancé a tirarme en la arena y taparme con una frazada. No sé con certeza si pasé frío durmiendo en la playa, sólo sé que al despertar la espalda la tenía molida. Supuestamente la arena se acomoda al cuerpo, sin embargo, aquí las costillas se adaptaron a cada montículo de arena. No recomendable.

En otra oportunidad me encontraba en una fiesta en el departamento de una compañera, y al igual que la vez de la playa, sabía que me encontraba en los últimos 60 segundos de lucidez, o seguía bebiendo o me ponía a dormir en forma inmediata. Las piezas ya estaban ocupadas, otros dormían en el suelo del living, así que agarré unas frazadas y me dispuse a dormir en la tina de baño. Cabe considerar que la tina era antigua, no estas nuevas de 1 mt., así que alcancé a estirarme lo suficiente como para parecer que estaba en mi cama. Al final, bastante más duro que la arena, pero no menos cómodo, algo húmedo y sombrío. Podría recomendarse en caso de urgencia.

Finalmente, en otra fiesta, simplemente no alcancé a definir mi lugar de sueños, mi ángel de la guarda se encontraba ebrio, y al demonio que llevo dentro se le ocurrió que me dieran deseos de ir al baño a la hora menos propicia, cerca de las 2 de la mañana (¿quién se sienta al WC a esa hora?). No tenía opción, me dispuse a sentarme, busqué una revista para ojear y no había nada para leer, así que acomodé mis codos sobre mis piernas y mi cabeza sobre mis manos a esperar terminar… a esperar... a...

Compañero: “¿Goga, estás bien?”
Yo: “mmm, sí, estoy bien, gracias”
Compañero: “ok, ya es temprano”
Yo: (en voz baja) “¿Cuánto tiempo pasó?”

Al mirar el reloj no lo podía creer, había pasado cerca de 5 horas sentado en el WC. Obviamente tenía aún las piernas dormidas, un dolor de espalda y cuello increíble, y para que decir de las nalgas, las tenía incrustadas en el agujero del WC. No podía despegarme del asiento, el dolor era “redondo”, pero hice el esfuerzo necesario hasta que pude desligarme de ese picarón de palo. Definitivamente ir al WC es un placer cuando uno llega con un apuro estomacal, también cuando se está unos 15 minutos sentado y leyendo el diario, pero es un hecho que dormir 5 horas allí no se lo recomiendo a nadie, como para decir “La cagué, me quedé dormido donde no debía”.

30 junio 2007

Cuento: Se atraca en el puerto, no en la playa.


Valparaíso, a finales de los ochenta. Corrían los hermosos años de la Universidad, donde lo único importante era aprobar los ramos, pololear, y el presupuesto se ajustaba a lo que recibías de mesada, no había deudas, proyectos de vida ni responsabilidades mayores. ¿Idílico, no?

En esa época estaba pololeando con una porteña algo mayor que yo. Era una morena muy atractiva, y tenía especial predilección por ir al muelle Prat de noche; a esas horas las lanchas descansaban, había gente pescando, sólo las grúas se movían con agilidad moviendo mercancías entre los barcos y los camiones que allí esperaban. Era como estar viviendo el libro de Manuel Rojas – Lanchas en la bahía – viendo en imágenes cada una de esas páginas. Allí donde atracaban barcos y remolcadores a cada momento estábamos nosotros también.

Como jóvenes y enamorados la pasión era asidua a acompañarnos, por lo que normalmente terminábamos en un tórrido abrazo donde las manos se desbocaban, los besos eran increíblemente húmedos, y el calor de los cuerpos terminaba por indicarnos que era hora de irse de allí para no terminar presos por ofensas a la moral, sin perjuicio que las miradas libidinosas de pescadores y vagabundos normalmente también terminaban asustándonos, por lo que emprendíamos rumbo a algún lugar “despejado”. Así fue como en muchas oportunidades terminábamos en la puerta de su casa, a escondidas, bajo la oscuridad absoluta, donde nada se veía, sólo sentía la emoción, sólo se escuchaba la agitación, sólo se olía la pasión.

En una de nuestras salidas estábamos en la playa viendo la puesta de sol, y allí nos quedamos hasta que todo vestigio de sol se ahogó al final del mar. Habían muchas parejas al igual que nosotros, algunas más querendonas que otras, y allí estábamos nosotros, en un abrazo eterno, recostados en la arena, como si fuera un colchón infinito, pero con mucha compañía. Por esto ella me dice al oído “vámonos para la parte de abajo de la playa, allí no nos verá nadie”. Después de darle vuelta al asunto y analizarlo durante dos segundos dije “Ya!”, y emprendidos caminata hacia la parte de la playa que normalmente está en pendiente, cerca de donde revientan las olas.

Estábamos ya en la orilla de la playa, y efectivamente perdimos de vista al resto de las parejas que estaban por allí, sólo nos contemplaba el mar y la luna. Fue allí donde ella como un relámpago se monta sobre mi y comenzamos a besarnos, sólo el ruido de las olas rompía de vez en cuando el estado febril de nuestros cuerpos y nos hacía mirar hacia atrás por si la ola se atrevía a pasar los límites que habíamos calculado. Pero los abrazos te adormecen el cuerpo y los besos te dejan sordos, es la única explicación para que no hayamos sentido que la ola que había reventado era la más grande de aquella noche, y sólo pude percibirla cuando inundó mis zapatillas. De ese segundo hacía adelante sólo atiné a tratar de levantar mi cuerpo, como un arácnido se alza sobre sus patas, y con mi polola aún encima mío riéndose a carcajadas. El agua corría varios metros por debajo de mi cuerpo, y no pude aguantar más. Fue cuando mis piernas y mis brazos se derrumbaron, y dejaron caer mi humanidad sobre el agua aposada sobre la arena, y mi polola riéndose como si estuviese arriba de un bote de carne y hueso.

Una vez que logré ponerme de pie vi los resultados de aquella noche de pasión playera, y si tenía la expectativa de terminar muy húmedo, el mar se había encargado de sobrepasarla y dejarme empapado; nuca, brazos, espalda, traste, piernas y zapatillas estaban completamente mojadas y con arena. Sólo me quedaba la opción de mirar de frente al mundo, ya que si le daba la espalda vendrían preguntas que esa noche no quería responder.

01 mayo 2007

Culinario: Restaurant Sukalde.



Santiago, 12 de abril de 2007.
El Restaurant Sukalde (Bilbao 460, Providencia, a metros de Av. Italia), es pequeño de aspecto (frontis) y no defrauda esta imagen ya que en su interior no deben haber más de 40 puestos, sin embargo los espacios están bien distribuidos como para que no haya intercambio de perfumes, olores, conversaciones y pudores entre las mesas. Al entrar se encuentra con el bar, austero en forma y colección, lo que contrasta con lo extenso de su carta de tragos, aperitivos y vinos. La cocina se divisa desde distintos puntos del restaurante, lo que da – al menos a mí – una sensación de limpieza y transparencia en lo que se hace.

Como aperitivo probé el cocktail de frutas, trago de la casa, que sin ser una maravilla dista del típico batido de frutas con pisco, gin o ron.

De entrada ordenamos camarones apanados en manko, mayonesa oriental y salmorejo con aire de tomate. Cabe señalar que el “aire” es recurrente en el menú de este restaurante, y que viene a ser algo más suave y tenue que un mousse, es una espuma o batido con el aroma de su esencia base. Además, pedimos Vidriola en salsa verde con cristales de papa. Los cristales de papa quedan de una forma muy singular, tanto así que termina el grupo adivinando que es eso, sin contar con que las papas fueron bañadas en jugo de betarraga, lo que ocasiona que los cristales queden con un color rosado que hace pensar que es jengibre endurecido.

De fondo pedí “Thay Pescado”: Konzo con puré de manzanas y cilantro, fideos de arroz con salsa de coco, aire de curry y aceite de pimentón. El Konzo es un pez de Isla de Pascua. La presentación del plato es exquisita (ver foto adjunta), el sabor mejor.

De postre me atreví con unos spaghettis de naranja sobre mousse de chirimoya y aire de zanahoria. Plato que a la vista no convence ni al más de los hambrientos, sin embargo, una vez que los spaghettis son mezclados suavemente con el mousse de chirimoya uno puede comenzar a olvidarse de que la base es una comida y no un postre, dejando navegar al paladar sobre los sabores, simplemente entregado a los aromas y buqué de un postre muy elaborado e innovador, una apuesta a ganador.

Averiguando posteriormente a nuestra visita supe que el chef a cargo es un chileno-mexicano, Matías Palomo, chef de extenso y prestigiado currículo en el extranjero, el cual se veía reflejado en cada uno de los platos que desfilaron por nuestra mesa.

La carta del restaurante es pequeña; son cuatro entradas, tres fondos del mar, tres fondos de la tierra y cuatro postres. Esta carta la cambian cada 3 meses, por lo tanto después de dicho tiempo invita a ser visitado nuevamente y no repetir los platos. Si lleva tarjeta del Club de lectores de El Mercurio tiene un 25% de descuento, no la olvide. Se puede fumar (raro).
Comensales: Marta, Claudio, Jaime, Karen y Alexis, Chelo y Yo (GoGa). Ver video a través de youtube haciendo click aquí http://www.youtube.com/watch?v=6WrqOauMpmQ, la resolución es por lo charcha de mi teléfono celular. Esta es la primera reunión del 2007 donde comenzamos a trabajar en lo que será el evento de este año, la celebración de los 20 años desde que ingresamos a Informática en la UCV. Salud!!

Resumen (notas de 1 a 7):
Consumo promedio: $20.000 pesos (US$38)
Decoración: 6,0
Comodidad de silla y mesa: 5,5
Presentación de los platos: 7,0
Vajilla y servicio: 6,0
Atención: 6,5

18 abril 2007

Crónica: Regionalización ¡Vencer o Morir!

Viña del Mar, abril, viendo como cae el otoño.

Desde los primeros días de febrero del 2007 que estamos escuchando sobre el famoso y maldito Transantiago; que los paraderos, que las frecuencias de los buses, que faltan 500, 1000, o 2000 de estos mismos, que los apretones, que los tiempos de recorridos, que el metro funcionaba bien hasta que llegó el Transantiago, que los GPS no funcionan, que les falta el software de coordinación, que la culpa es de los empresarios, que es del gobierno, que es del ministro, que es de la gente porque no se levanta más temprano…¡qué es de Zamorano! Por favor, no podemos seguir escuchando tanta tontera.

Por otra parte, al conversar con la gente al comentarle que vivo en Viña del Mar me dicen “qué rico, como me gusta Viña”, o simplemente me comentan que les gusta Santo Domingo, Concón, Valparaíso, etc. Me pregunto entonces ¿Porqué la gente que vive en Santiago termina soportando tantos elementos que a la luz de la razón no justifican vivir en dicha ciudad? Tienen smog, atochamiento vehicular, vías segregadas, autopistas donde deben pagar cada metro de circulación, un sistema de transporte que no funciona, más encima un clima de extremas (en verano sobre los 30 grados y en invierno temperaturas muy bajas cercanas a cero), pocas áreas verdes, en resumen, una pobre calidad de vida.

Además, si consideramos la inversión estatal en tratar de hacer que Santiago funcione, como por ejemplo extensiones del Metro, estudios y procesos de licitaciones, ahora (para variar) financiamiento de soluciones parches para el Transantiago (desde conos, monitores, letreros, cartillas, más autobuses, etc.), medidas para disminuir el smog (aquí el costo es más duro y medible, es cosa de sumar la producción de todas las fábricas que no pueden operar cuando hay preemergencias), el costo total de estas medidas es muy considerable en relación a la inversión fiscal que se hace en regiones.

¿Qué hubiera pasado si el gobierno hubiese invertido todo lo que ha destinado al Transantiago en el desarrollo de las regiones? Más drástico aún, si hubiese invertido dicho monto en el desarrollo de una sola región, por ejemplo, la V Región. ¿Dónde habría colocado los recursos? En potenciar el traslado de industrias de alto impacto en empleo con rebaja de impuestos a la inversión – Placilla está esperando – con subsidios para el desarrollo de proyectos inmobiliarios de mejor calidad a los actuales (Curauma, Placilla, Curacaví, Casablanca), de modo que las industrias puedan trasladarse con sus trabajadores, los cuales hoy viajan hasta 2 horas para llegar a sus puestos. La mejora de las conexiones viales a ciudades dormitorios como Quilpué, Villa Alemana, incluso Limache y Olmué, de modo que aquella gente que no desea vivir en Santiago tenga alternativa de viajar diariamente de su casa a su trabajo.

El día que un presidente tenga el coraje político de no seguir invirtiendo en una ciudad totalmente colapsada como Santiago, si no que haga un cambio radical hacia el desarrollo de las regiones, es posible que no tenga el apoyo de millones de capitalinos a su gestión, sin embargo, tendrá la adhesión de todos los otros millones de chilenos que hacen patria en el resto del país. Al menos yo, lo seguiré apoyando desde Viña del Mar, donde aún se respira el olor de la playa, los árboles, se vive y duerme tranquilo, a sólo 1 hora y 30 minutos del caos total.

22 marzo 2007

Cuento: ¿Vio pasar mi neumático?


Hay quienes piensan que se pueden morir en cualquier momento, otros pensamos que estamos predestinados a vivir harto tiempo más, y cómo no si la vida nos va dando señales de que podría ser el momento de irnos al lado oscuro, pero no, nos perdona y nos da otro día para seguir viviendo. Esto que voy a contar es una de las tantas ocasiones que he sentido que voy a morir arriba de un auto y finalmente no pasa nada, fatal.

Trabajaba en Los Andes, y me tocaba muy a menudo subir en camioneta a Saladillo, un trayecto de 45 Kms. de camino de montaña, muchas curvas y pendientes. El paisaje lo complementaba el río, el cual bordeaba gran parte del camino. Cabe señalar que como hacíamos el trayecto muy a menudo ya conocíamos mucha gente que hacía lo mismo.

Un día subía a Saladillo y ya a unos 10 Kms. de trayecto los vehículos que bajaban a Los Andes me hacían señales de luces; “Ahh, los pacos deben estar pistoleando más allá” pensé, pero al pasar ya un par de kilómetros no había rastro de ellos. Siguen las señales de luces; “mmm, ¿seré tan conocido como para que todos me quieran saludar?” pensé, así que me dispuse a hacerles también señales de luces a medida que subía por el camino. A poco andar, iba subiendo en una recta a unos 100 Kms/Hr. cuando comencé a sentir que el asiento de la camioneta se mecía de lado a lado, fue sólo un instante, unos dos segundos, y luego el ruido de metal que raspa el concreto… “kkkrrriiiiigggg”, y veo pasar el neumático trasero de la camioneta mientras trato de controlar el vehículo y tirarlo a la berma. Mientras hago esta maniobra el neumático se va por el camino, a una velocidad increíble pasa a unos 2 metros de una familia que espera locomoción, toma una curva, y se pierde. Efectivamente me hacían luces porque la camioneta perdió las tuercas de la rueda, por lo tanto debe haber venido moviéndose durante el camino sin que yo lo percibiera.

Me bajo de la camioneta, me toco las piernas, los brazos, me miro entero y compruebo que estoy vivo y completo. Miro la camioneta y veo que la rueda trasera no está y la masa está muy abollada por el golpe que dio en el pavimento. Prendo las luces de precaución de la camioneta y comienzo a caminar para buscar mi neumático. Llego al lado de la familia que vio el accidente y les pregunto – lo que creo una de las preguntas más freack que he hecho alguna vez:

Yo: “¿vio donde fue a parar mi neumático?”
Testigo: “Sí, siguió el camino y se cayó a la planta eléctrica”
Yo: (mierda, pensando) “gracias señora”

Me dirijo caminando a la planta eléctrica, a unos 200 mts. de la camioneta, mientras las tres muejeres que estabana en el camino me miran incrédulas, no sé si por el accidente o porque casi ellas son parte del mismo si el neumático le hubiera pegado a alguna de ellas. Cuando voy llegando se va asomando un tipo con overall engrasado, con mi neumático en sus brazos, y me pregunta:

Maestro: “¿Es suyo el neumático?”
Yo: “Sí”
Maestro: “¿Y le pasó algo, chocó?
Yo: “No, alcancé a controlar la camioneta. ¿Pasó algo en la planta?”
Maestro: “Sí, dejó la cagada su neumático; botó unos tambores con grasa, así que lléveselo al tiro”
Yo: (mierda, pensando) “gracias maestro”

Tomo el neumático, lo pongo en el camino y con un palo que había en la berma comienzo a golpearlo por encima para hacerlo rodar, de modo tal que el neumático avanza raudo, como si fuera un juego, una imagen lúdica que hacía ridícula la imagen de hace 5 minutos atrás, cuando estuve a punto de matarme, ahora sólo pensaba en que el neumático no dejara de rodar hasta la meta, donde había tenido una nueva oportunidad de seguir viviendo.


28 febrero 2007

Cuento: ¿Despedida de soltero?...suélteme carabinero!!


Valparaíso, verano del 92'.

Se casaba Rodrigo, uno de los miembros del clan de compañeros de colegio, y se convertía en el primer idiota en contraer el sagrado vínculo del grupo. Ameritaba una despedida de soltero obviamente así que nos dispusimos a juntarnos los más amigos en Viña del Mar, para luego irnos a Valparaíso y hacer un tour bohemio.

Mientras esperábamos a que llegaran todos pasó un ex compañero de colegio que iba a comprar pan, unos minutos de conversa y ya estaba listo para irse junto a nosotros. Llegaron todos más un amigo de Rodrigo de la Universidad (Andrés), quien supuestamente tenía el recorrido listo en Valparaíso. Nos subimos a los autos y marchamos al Puerto. Pasamos a comprar “copete” obviamente (bebidas alcohólicas para mis lectores foráneos) y nos fuimos al paseo yugoslavo para brindar por Rodrigo y hacer una odas al mar (esto era parte del tour del infame que nos llevó para allá). Dispusimos las botellas al borde del paseo, sacamos los vasos, y realizamos la repartición del brebaje, mientras Andrés enciende un cigarrillo y se va a recorrer el paseo. Un silencio se apodera del paseo en un instante mientras con Francisco tomamos los vasos para repartirlos… ¡arriba las manos todos!

No sabemos de donde aparecieron unos 6 a 8 carabineros (policías) quienes nos toman detenidos y nos forman junto a una muralla, allí estábamos con las manos en la nuca 6 compañeros de colegio, y el desgraciado de Andrés, a quien se le ocurrió el famoso brindis brillaba por su ausencia. Luego se desarrolla el siguiente diálogo:

Paco: “van a ser detenidos por estar tomando en la vía pública”
Yo: “no puede ser porque no alcanzamos a beber nada, estábamos sirviendo y llegaron ustedes”
Paco: “estás de chistoso, si están las botellas y los vasos”
Yo: “Si vierte el contenido de los vasos en las botellas verán que no alcanzamos a tomar nada”
Paco: “Ya, haber, a echarme el aliento no más”
Yo: “ffffuuu”
Paco: “mmmm”
Yo: “Ve, si no hemos bebido nada”
Paco: “cállese, no le he pedido que hable” al mismo tiempo que me da con su luma en el estómago
Yo: “chiss”
Rodrigo: “cállate”
Yo: “chiss”
Pancho: “cállate mejor”
Yo: “quiero ver al oficial a cargo!”
Paco: “aquí vas a hablar conmigo no más”
Yo: “chisss, exijo hablar con el oficial a cargo” al momento que aparece el Teniente a cargo.
Yo: “Teniente, revise las botellas y vasos, NO estábamos tomando, nos disponíamos a beber pero no alcanzamos a hacerlo, por lo tanto no hay delito”
Oficial: “mmm” esbozando una sonrisa
Yo: "Puede comprobarlo ahora, allí están las botellas y los vasos"
Oficial: “ya, se van a ir detenidos por sospecha, llévenselos en el furgón”
Paco: “ya, manos en la nuca y marchando al furgón”
Yo: “chiss”
Rodrigo: “cállate”

Nos las emplumamos apretados en un furgón de carabineros junto a un “curado de verdad”, esos que no sólo huelen a alcohol sino que a orina y otras pestilencias. El viaje de no más de 10 minutos se nos hace eterno. Finalmente nos hacen entrar a la comisaría, yo al menos no tenía idea en que parte de Valparaíso me tenían detenido.

Al entrar a la comisaría le pedimos a Pepe (abogado ya en ese momento) que hable con el oficial y no nos haga entrar al calabozo, los gritos que escuchamos allí al entrar a la comisaría no auguraban un alojamiento sin problemas. El oficial accede a la petición y nos hacen ponernos formados uno a lado del otro, de pie, en la sala de espera. Cerca de 1 hora parados y no nos llamaban, ya estábamos inquietos y pedimos nuevamente a Pepe que vaya a conversar con la guardia de turno. A los minutos nos llama el sargento a cargo del turno para tomarnos los datos a cada uno de los detenidos, y se escuchó más o menos lo siguiente:

Sargento: “me van a dar su nombre completo, dirección, y profesión u oficio, ¿entendido?”
Todos: “entendido”
Christian: “Christian…, vivo en…, Ingeniero Civil en Informática, hago clases en la Universidad Federico Santa María”
Rodrigo: “Rodrigo…, vivo en…, Ingeniero Comercial trabajo como profesor en la Universidad Católica de Valparaíso”
Yo: “Gonzalo…, vivo…, Ingeniero y trabajo en Codelco”
Pancho: “Francisco…, vivo en…, soy Licenciado en Biología, hago clases en la Universidad Católica de Valparaíso”
Pepe: “José Luis…, vivo en…, abogado”
Sargento: “A ver!! Paren, paren, tengo puras estrellas, abogados, ingenieros, médicos. Cabo!!! Dígame en qué pillaron a este ramillete de estrellas”
Cabo: “estaban bebiendo en la calle mi sargento”
Sargento: (en tono burlón) “Mire, puros profesionales ¿y no saben los weoncitos que no se puede tomar en la vía pública?”
Sargento: “Ya, tomen sus cédulas de identidad y váyanse para la casa”.

Salimos de la comisaría pasada las 5 de la mañana, el ánimo estaba por el suelo, buscamos la forma de llegar caminando al plan de Valparaíso, y buscamos un local donde comernos unos completos (hot dogs). Mientras comíamos comentábamos que nuestras pololas (novias) no creerían que nos detuvieron los carabineros y que finalmente la despedida de soltero se había estropeado por completa. Así fue, durante años pensaron que era una mentira para cubrir una despedida de soltero como Dios manda hasta que se convencieron que éramos lo suficientemente nerds como para haber ido primero a tomar alcohol solos a un paseo de Valparaíso.

18 enero 2007

Cuento: Hablando con mi amigo Don Miguel


Muchos los saben, y la verdad es que me da algo de lata el que más gente lo sepa: aún soy fumador. Una especie mutante de nuestra humanidad, que va echando humo por la vida, colillas por el suelo, y “malos aromas” por el viento. Y para qué estamos con cosas, hoy fumar es casi un delito por la nueva ley (la cual comparto y respeto), y una tortura al ver cada vez que compro una cajetilla a Don Miguel, mirándome como diciéndome “puta que lata, volviste a comprar”. Es tanto lo que lo he visto en las últimas semanas que decidí entrevistarlo para mi Blog.

Fui a comprar una cajetilla y allí me estaba esperando Don Miguel, caminamos juntos, lo senté en una silla para que estuviera cómodo, y nos dispusimos a conversar; “¿cómo prefiere que le diga, Don Miguel o Miguel a secas? “Dime Miiiguueeelllll”…vale decirlo, me costó mucho escucharlo ya que hablar por la laringe además de ser muy complicado no suena gustoso al oído.

Aproveché de interrogarle si acaso estaba de acuerdo con la antipropaganda que aparece al costado de la cajetilla, y me cuenta que no tiene idea de que hablo, así que lo invito a que hagamos unas pruebas para comprobar si dichas advertencias son verdad o no.

Alquitrán, producto que te produce cáncer. Miguel me dice que su situación actual lo corrobora, sin embargo le refuto ya que su cáncer se podría haber generado por la ingesta de plomo a través del agua (se me ocurrió ahí mismo). Le propuse una prueba más contundente, ir a buscar un camino con alquitrán derretido y comerlo en cantidades. Después de comer varias cucharadas y pasarlas con Coca Cola (recuerden los efectos beneficiosos de dicha bebida) decidimos evaluar:
- Daños directos: quedamos con el hocico absolutamente negro, una diarrea de petróleo, y water tapado.
- Daños colaterales: mi cepillo de dientes quedó hecho una porquería, $10.000 por destapar el water y $25.000 por la limpieza dental.
- Conclusión: Asqueroso, doloroso, pero no mortal. Algo caro los daños colaterales.

Nicotina, producto que te hace adicto. Miguel me cuenta que los 20 años que fumó nunca pudo dejarlo. “Basta Miguel de pendejadas” le digo, “El cigarro se deja cuando uno quiere, yo lo he dejado como 20 veces”. Vamos donde un químico amigo y le pedimos que inyecte con nicotina cosas que nunca he comido porque me desagradan para ver si me vuelvo adicto a ellas. Esperamos 3 semanas con Miguel antes de evaluar:
- Daños directos: Tengo más guata que el cordel de la ropa de tanto comer bruselas, mote, cochayuyo y queso de cabeza.
- Daños colaterales: Me he tirado tanto pedo por las Bruselas que ya nadie se junta conmigo. El cochayuyo me dejó los dientes amarillos, tuve que ir nuevamente al dentista.
- Conclusión: Parece que hay relación, asumimos por lo mismo que las carteras, zapatos y ropa de mujer es impregnada en forma solapada con nicotina.

Monóxido de carbono, gas tóxico igual al que emana de los tubos de escape. Le pedí a Miguel que pusiera la cara frente al tubo de escape de mi auto, mientras yo estaba con un amigo fumador, al cual le pedí que me tirara el humo en la cara. Miguel a los 3 minutos lo vi complicado, a los 10 minutos estaba negro, y a los 15 minutos se desmayó. Yo en cambio a los 15 minutos estaba fumando (además de recibir el humo de mi amigo). Dejamos a Miguel en una cama y preparamos un asado para probar con más humo.
- Daños directos: En el caso de Miguel pérdida de conciencia, cara ennegrecida, jaqueca fuerte por varios días. En mi caso cero.
- Daños colaterales: Tratamiento facial para Miguel $12.000, Aspirina $1.900, y Sal de Fruta $2.450 (por el pisco sour, el asado, la cerveza, el ron, el vino, y los bajativos).
- Conclusión: El tamaño sí importa, el viento a favor o en contra distorsiona los resultados, y la capacidad pulmonar para aguantar el aire disminuiría los daños. No es necesario el dentista.

Arsénico, químico utilizado como veneno para ratas. Noto a Miguel nervioso, le digo que unas pelotitas de veneno para ratones no le puede hacer un daño grave, él es cerca de 200 veces más grande que el peor de los guarenes. “Ánimo Miguel que con esta prueba terminamos” le digo. Miguel me mira receloso, toma las pelotas de veneno para ratas, se sienta un rato, comienza a quedarse dormido, no despierta más. Miguel murió.
- Daños directos: Miguel se murió y por defecto terminó la entrevista.
- Daños colaterales: $750.000 el funeral “all include”. Me acompaña el dentista a la misa y aprovecha de cobrarme la consulta a la cual no fui.
- Conclusión: Hay pruebas que basta leerlas, no hay para qué hacerlas.

PS: No fumes en lugares públicos, fiestas, comidas, etc., así evitas convidar.

15 enero 2007

Crónica: Secretos de Naturaleza ya no tan secretos.


Mucho hemos escuchado acerca de secretos de naturaleza en nuestra querida tierra, los cuales pueden servir para distintos propósitos; curar enfermedades, eliminar olores, mejorar la tonicidad del pelo, sacar manchas, entre muchas otras funciones. Lo común de estos secretos es que no está claro el porqué producen dicho efecto. Yo no creía en ellos mayormente hasta el año 1985.

Corría mediados de año de mi primer año de Universidad, y la verdad sea dicha, me fue pésimo el primer semestre. Tal estado de nerviosismo afectó mi sistema inmunológico (esto lo supe mucho tiempo después) e hizo que me aparecieran verrugas en la planta de un pié, se llamaban verrugas plantares y tienen la características que no brotan hacia fuera sino que es parecido a un cráter, en el cual se puede apreciar al fondo parte de tu carne, obviamente muy dolorosas. Comenzó con una verruga, dos, tres, al par de semanas tenía una veintena, y al cabo de un mes y medio tenía cerca de sesenta (contadas por mí y auditadas por mi hermano menor).

Ya me costaba caminar, de hecho cojeaba, así que fui al médico de la Universidad, el cual al verme me dice que no es tan grave el problema, me las puede cortar con bisturí y cauterizar, y se me volverá a regenerar el 50% de la planta del pié. Le pregunto por el restante 50%, y me dice muy tranquilo “se pierde”... a buscar otro médico. Con la ayuda de mi tía encontramos un dermatólogo que tiene la chapa de ser el experto regional en verrugas así que lo vamos a ver.

Nos recibe en su consulta, el tipo es joven lo que hace que no se vea como un experto, sin embargo nos cuenta que ha investigado mucho el tema. Procede a examinarme, hace los característicos “mmm”, mira entre medio de los dedos, “mmm”, toma nota, y me pregunta si acaso creo en los secretos de naturaleza, le digo que no, a lo que responde “Gonzalo, serás el más creyente de los secretos de naturaleza, harás todos los secretos que te digan, y para comenzar te diré uno: pásate miga de pan por las verrugas y dásela a un perro”, luego nos despide amablemente y me dice “Gonzalo, te espero en 40 días más sin ninguna verruga”. Salimos algo descolocados desde la consulta del “experto”, y como no teníamos alternativa decidimos recopilar los secretos necesarios para mi pié.

No llevaba 2 semanas en esta tarea y tenía ya varios secretos de naturaleza para eliminar las verrugas además del que me había dado el Dr.: pasarme una piedra de río y tirarla al cauce sin ver donde caiga; echarme crema de Tuja; cortarme un trozo de pelo y enterrarlo junto a una papa, luego regarlos hasta que se pudran; dejarme caracoles de tierra en los pies y no secarme la baba de ellos (lejos lo más freack); pasarme papaya por la verrugas (hagan cualquiera de los otros, esto duele mucho) entre otros pocos más que ya no recuerdo. Resultado de hacer casi todos estos secretos es que a las 2 semanas comienza la retirada de las verrugas, al mes tenía menos de la mitad, y cuando voy donde el Dr. Nuevamente me quedan sólo unas 6 de las 60 verrugas que llegué a tener. Allí el experto me cuenta que no hay un remedio efectivo para las verrugas ya que se piensa que aparecen por un debilitamiento del sistema inmunológico, por lo tanto la solución pasa por un reforzamiento de este mismo vía la autosugestión, y los secretos de naturaleza operan desde un punto de vista psicológico.

Han pasado más de 20 años y nunca más tuve una verruga. Mi hermano menor que tenía una verruga desde pequeño aprovechó la instancia para hacerse de unos secretos y eliminó así una verruga que lo acompañó una parte importante de su vida. Esto prueba que la mente es un actor importante en la salud de cada uno de nosotros, podemos inducirnos sanación y/o placer como también enfermedades. Por eso pensar positivo, ser optimista y alegre te vitaliza y te mejora la salud, un secreto de naturaleza por suerte ya no tan secreto.
 
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